Con Ustedes: Petisco.

Petisco es un hombre muy conocido en el mundo empresario allense. Su Soreía Petisco cerró hace muy poco pero está en el recuerdo de muchos ya que formó gran parte de la historia de nuestra ciudad . Lo entrevistamos en 2009, aquí su historia y la de su familia.

“Vinimos a Allen porque era más grande que Neuquén (…) vivíamos en el bar y nos quedamos allí hasta el ’57. La gente que venía a ese tipo de boliche era la gente que trabajaba en las canteras, gente que vivía muy humildemente y muy duramente. Imagináte, ¿qué hacía un tipo en el pueblo con plata en el bolsillo un domingo? se iba al bar.

Los sábados venían y se iban a comprar a la tienda El Barrio, botas, fajas, bombachas, sombreros, toda la pilcha nueva. Después de la tienda anclaban en el boliche de mi viejo. Mi madre, que ya se sabía los días de pago, hacía lechones y comidas, ¡se ponían a comer y se gastaban todo! ¡Salían del boliche y se iban secos! Al otro día seguramente aparecía uno flotando en el canal grande. Se caían de borrachos. Antes era muy común eso. Pero no había timba, mi viejo tuvo la precaución de nunca dar naipes.

Tengo el recuerdo de una gresca… yo estaba en el boliche, metido, como todo pibe y había un señor alemán, que trabajaba en la fábrica Bagliani y vivía donde está hoy la zapatería de Monti. Siempre pasaba y un día ¡se armó una pelea fenomenal! Pero de esas donde la disputa es porque hoy es jueves… no hoy es viernes, bueno,  yo estaba mirando como una torcacita y por ahí se viene una silla volando, el tipo me sacó la silla llegando a mi cabeza, me agarró y me tiró para atrás del mostrador, ¡me acuerdo como si fuera hoy! Y mamá…  ¡tenía unas agallas! Mi vieja los sacaba a los empujones. Por eso siempre digo que antes eran mucho mas respetuosos, hoy a un borracho no lo podes tocar. Si se la agarraban con mi viejo, capaz que peleaban, pero si había una mujer en el medio no. Otros bares de la época eran el bar del Moro, el Rincón, el de Morales, el de Reca que después fue de Batafarano y había muchos hoteles. El España, frente a la plazoleta, el hotel Allen, el Lisboa, el Buenos Aires, ubicado donde hoy esta la escuela Tiempo de Crecer.

En los ‘50 papá compró lo que hoy es Loredana. Ahí había hecho un galpón y había puesto una sodería. Se envasaban gaseosas y tenían la distribución de 2 cervezas. Luego un día le ofrecieron la sodería de José Concetti (donde está Paogas ahora) y la compró. Cuando nos mudamos a la casa nueva, al lado de Loredana, fue para nosotros toda una aventura. Imagináte, bañarnos en baño, ¡con ducha y con bañera! Tener agua caliente en la red. Eran cosas que nunca habíamos tenido.

La escuela primaria la hice en la 23 y la secundaria en el Mariano Moreno. Fui el segundo inscripto, el primero fue el negro Peralta (…) a la primaria fui con Tutti Silvetti, Néstor Fernández, Rubén de Zan, el negro Venegas, Taberna, Oscar Rodríguez (…) El que tenia bicicleta en esa época era como si  hoy tuviera una Kawasaki 1000, salíamos a cazar pajaritos. El día más feliz era el viernes a la tarde. Le seguía en importancia el sábado. Y el domingo era tedioso y el domingo a la tarde, calamitoso. Tenía que hacer la tarea para el lunes. Yo en letras y matemáticas andaba bárbaro, en dibujo ahí estaba el Tuti que es un gran dibujante. Él se cruzaba y mientras yo hacía letras y matemáticas, Tuti me hacia las portadas y los dibujos. Mi vieja revisaba y si estaba todo ok, agarrábamos la honda, las bicicletas y nos íbamos hasta la chacra del Tito Campetella, que vivía cerca de la estación ESSO de la ruta. Para nosotros era toda una aventura, íbamos cazando palomas. Teníamos toda la chacra para nosotros y a eso de las 5 de la tarde la mamá de Tito nos preparaba tostadas con dulce casero, era bárbaro. Otro sábado hacíamos programa a la sierra para ir a cazar lagartijas, íbamos de a dos en cada bici pues no teníamos todos bicicletas”.

"Tutti Silvetti, izq. en el escalon del medio segundo, después del mastil, abajo de Jaime Tur, a su derecha, Carlos Taverna, después de la maestra, Carlos Petisco, Ruben Zahn y Muñoz, arriba, el gordo Poli, a la izquierda de él, Rubén Duran,y siempre a la izquierda, Miguel Hernández, Hielpos (no recuerdo su nombre) que era hijo de el dueño de la propaladora de aquel tiempo justo arriba de él, Ricardo Reynes, Rodríguez (arriba de Tutti)". Foto y texto: Miguel Hernández Honorato.

La última casa del pueblo era la de Carabelli, estaba enfrente de la cancha de bochas de Unión. Los carnavales se hacían en la calle independencia (hoy Mariani) y una vez nos disfrazaron. Pero no teníamos medios para hacernos los disfraces entonces nos disfrazamos todos de Zorro. ¡Originalísimos! No había paño para más, un paño negro de capa. Una espada que la hacíamos con madera… te la podría dibujar ahora... tipo cimitarra… Nosotros nos sentíamos Sandokan, ¡el tigre de la Malasia!.

En el secundario nos daban clases en lo que había sido la fábrica de mosaicos de Lazzeri. Arriba estaba la Rectoría y funcionaba segundo año. Éramos unos 61 alumnos y los varones íbamos a la mañana y las mujeres a la tarde. Ya después en segundo año éramos unos 15. Teníamos de profes a Nino Alonso, Pepe Campetella daba botánica, en Castellano Margarita Manucci, en Geografia Anselmo Álvarez, en Historia Perla Silvetti, Educación Física José Luis López de Arcaute, Educación Democrática el Escribano Pellegrini, en Contabilidad un mendocino que vivía donde está hoy Kadima. Se llamaba Araujo y fue uno de los fundadores de FOCA (Financiera y Organizadora de Crédito Amortizable), una gran empresa, estaban los Ventura, daban créditos. Ganaron muchísimo dinero. Se expandieron en todo el valle. Luego formaron 2 sociedades anónimas: Furgones y Acoplados SA y Transvalle.

Una vez, yo rendía Educación Democrática, porque me la había llevado, así que estudié, pero no me gustaba. Voy a dar el examen y me salva una frase, digo “como decía Otto de Bismarck (Otto von Bismarck): cada ciudadano tiene su precio. El profesor me felicita y me pregunta ¿quién era Otto von Bismarck? Yo ni sabía, pero hice una deducción, pensé  bismarck = alemán… me tiro. Dije: Un economista alemán. Y el profe : muy bien, está aprobado. Me puso un 9.

Cuando llegó 5 año juntamos plata para irnos de viaje y los profesores también colaboraron. Incluso nos fueron a despedir a la Estación porque había una relación… pero ¡ojo! entraba la señora de Ramis al colegio, empezaba a taconear cuando salía de rectoría y a vos te corría un frío por la espalda como si te fueran a operar ahí nomás… ¡ahhhhh! Yo te puedo asegurar que hoy todavía te puedo recitar algunas de las poesías que me tuve que morfar en segundo año… pero hizo que me gustara la literatura. Cuando vos salías del colegio no había relación profesor–alumno. Yo me acuerdo de haber ido a tomar vino blanco a la casa de Lentina, cuando salí de 5° año. Estaba entendido: la hora de clase era la hora de clase, pero terminado el colegio era un trato de lo más cordial. Capizanno era un ilustre. Era un tipo  que te hablaba una hora y vos te quedabas así… Nos dio castellano Era un tipo que realmente te llegaba. Si vos lograbas eso en un grupo de forajidos como nosotros, eras bárbaro.

Otra vez fuimos a un desfile de carrozas para el 21 de septiembre. Empezamos 3 meses antes. ¿Quién hace el diseño? Tutti… se hace un diseño que no te imaginas… empezamos a pedir permiso para salir. Una tarde salimos Norma (Alonso) y yo a comprar la ropa, la tela. Era jersey 06 color verde. Nosotros íbamos vestidos de Pierrot, mitad amarillo mitad verde. Hicimos una chata frutera no se de qué largo y fuimos a presentarla en Cipolletti, había 32 carrozas y empatamos el primer premio. Nos robaron… ¡empatamos con una de ellos! Eran 2 alas de mariposas inmensas. Y en el cuerpo de la mariposa iba Susana Fernández toda vestida de negro, lindísima.

Después, para otro Día del Estudiante se nos ocurrió hacer un desfile de modelos. Consiguieron mallas de baño antiguas y a mí me pusieron uno tipo la hormiguita viajera. Tutti estaba disfrazado de mina y era el maestro de ceremonias. Lo que se habrán descostillado de risa… estaban los profesores y les gustó tanto que nos pidieron que hiciéramos el desfile en la fiesta de fin de año de la escuela en el Cine San Martín. No sabés… creo que todavía  se estarían riendo..

En el colegio hacíamos teatro. Una vez Tutti escribió el libreto de Cleopatra. Yo era Marco Antonio y Norma era Cleopatra. Lo hicimos participar a Néstor Martos… ¡Todavía nos da vergüenza mirar al viejo en la cara! ¿Sabés de qué lo hicimos participar? De tigre ¡Y Cleopatra lo acariciaba! Él aceptó sin ningún problema. No tocamos nunca más el tema. Nunca le dijimos nada… Para nosotros la emoción era que participara. La obra terminaba con un combate de espadas, hechas de maderas. Todo lo hacíamos nosotros. Con el flaco Fasano nos batíamos a espadas y el flaco me decía “¡Mal hijo de Roma!” entonces yo le decía “Más Roma serás vos”. La obra terminaba en que yo la cargaba a Cleopatra en un caballo, que era la moto de Tutti con una cola de caballo y me la llevaba por la galería…

Cuando volví del servicio militar me di cuenta de que estaba solo. Tutti en Buenos Aires, los Fasano estaban en San Luis, del grupo original del colegio me quedaba Néstor Fernández nada más. Nos dieron la Municipalidad para reunirnos y se formó un grupo de teatro dirigido por Cacho Colinas, que falleció ya y era el marido de Marta Mansur.  Estaban Jorge Diazzi, Claudio Sarruya, Pintita Tarifa y otros. Teníamos competencia con los de Roca. Hicimos las bambalinas del teatro y el otro telón de boca que estaba antes lo pusimos nosotros.

A Iliana  la conocí en el año 58/59. Estuvimos 12 años de novios y nos casamos en el ‘72.  Ella iba al colegio y yo jugaba al básquet en el equipo del colegio, después entrenaba a las mujeres. Empezó la amistad y después nos pusimos de novio. Iliana es italiana, vino a los 5 años. A mi suegro lo trajo Bagliani en el ‘50, era tornero y trabajaba en Italia. Había participado en la guerra en Albania, él siempre me decía que había estado en “Albanía”. Se llamaba José Gobbi y Bagliani le ofreció la oportunidad de venirse a Argentina. Quedaron allá mi suegra con Iliana y Graciela, mi cuñada. Y a los 5 años se las trajo. Mi suegro hizo todos los contendores donde se hacía la cocción del tomate. Falleció en el año ‘81.

Con Iliana nos pusimos de novio en la confitería Central, de Casimiro González. El flaco Capizzano, un sábado le afanó los sueldos de los maestros al padre que era el director de la 153 vino y nos dijo: “el asado lo pago yo”. Se alquiló la confitería y esa noche nos pusimos de novio, era un 16 de julio de 1960. El lunes entró el director al aula y nos dijo: “tercer año me debe tanto porque esa plata era para pagar el sueldo de los maestros y la tomó, supongo que prestada, Luis Alberto, que es compañerito de ustedes”. No sabíamos dónde meternos. ¡El flaco era un descocado!

 Yo hice 19 meses y 3 días de Marina. La pasé fantástico. Me hubiera quedado, la pasaba tan bien... Menos mal que no me quedé porque después vino todo el despelote de los ’70, pero yo lo pasé maravilloso. Me perdí el viaje en la Fragata Libertad, por culpa de ser, por primera vez en mi vida, tímido. Resulta que nombraron un Capitán de Navío o Contralmirante, que era el jefe de la Fragata el que designaba el personal. Llegaron las invitaciones a todas las bases. Era un orgullo para la base que un colimba fuera en ese viaje. Entonces me llamó el Capitán y me diijo “vos por mérito no podés ni ir a tu casa, pero sos el que puede ir al viaje este. Así que andáte, el jefe de armamento este año es el Capitán Carminati, mañana te doy franco. Decile que nosotros te vamos a designar de la Delegación para que vayas vos”. La cosa es que fui a buscar al Capitán, pero en la base no estaba. Fui hasta la casa, pero no estaba… después me dio vergüenza volver y perdí la oportunidad de viajar.

Yo tenía una tía que tenía un pariente que era Capitan de Navio. Mi tía mandó una nota avisando que yo iba para que me diera una mano. Él le contestó y me dio la carta para que yo la tuviera, firmada por el. Me incorporaron y no me dieron ni la ropa ni nada. Yo estaba en un departamento en Bahía Blanca. Cuando me presenté, le mostré la carta al Guardia Marina que tenia como 25 años. Empezamos a charlar, era carnaval, y empezamos a hablar de los bailes, entonces fuimos al departamento y salimos de joda con dos Guardia Marinas. Y en el baile nos encontramos con un teniente. Entonces me dijeron “vos ni digas que sos colimba, tratalo de señor y no hables”. Todo bien pero al otro día, en la base, vestido de fajina me lo encontré y no lo pude evitar… lo tenia de frente. Me paró y me dijo: “esa cara yo la he visto en otro lado”. Yo le digo “difícilmente señor, porque siempre la llevo conmigo”. “Váyase” me dijo.

Al volver de la Marina  le dije a papá que no iba a estudiar, que iba a trabajar en la sodería con él. Me dijo “acá no hay lugar”,  pero igual empecé a trabajar con la ayuda de mamá. Salíamos de joda y me dejaban llegar a la noche a cualquier hora. Pero si había que trabajar, no podía dormir, tenía que ponerme a trabajar, en quinto año salían todos a La Perla  ¿Yo? En la sodería. Un día me dijeron “hay que ir a llevar gaseosas a La Perla”, yo nunca había ido mientras estaban mis amigos. ¿Me iba a ir en una pick-up? No… en el triciclo ¡Estaban todos mis amigos sentados en la vidriera! ¡No! Yo bajé los 2 cajones y me empezaron a gastar. Y yo les decía “¡ustedes qué saben de gimnasia, giles!”. Pero por adentro me moría de vergüenza.

En esos años comenzamos el negocio del transporte de frutas, era el año ‘66 aproximadamente y papá compró un camión y lo puso a medias conmigo. Él  pagó la entrega, pero me dijo “hasta que yo no lo termine de pagar, no te bajás”. No me podía enderezar, tenia los riñones a la miseria. Pero yo, por amor propio, hasta que no terminé de pagar, nada…. Cuando lo terminé de pagar dije “esto no es para mi”.

Desde el ‘57 produje soda. Antes se vendía mucho más porque no estaban las multinacionales, ni Pepsi ni Coca Cola. Nosotros envasábamos la Bills, que era la única que había. Me acuerdo que en los ‘80 se comentaba lo de meter la cerveza Quilmes en la juventud, ¡era impensable!

Martin Manuel Petisco

 Cuando nos dieron la concesión de Villavicencio, hicimos mucho dinero, era una distribución excelente y fue un gran negocio. Hacía la distribución hasta Bariloche y le llevaba la bebida al Hotel Llao Llao. Yo era muy amigo del gerente, me alojaba en el hotel y una vez ¡me quedé en la suite presidencial! Siempre me fui adaptando a los cambios económicos, al principio vendíamos soda y leña porque no había gas natural. Después elaborábamos gaseosas con marca propia, luego llegó la Bills, y en el año 64 se fundó Interlagos embotelladora del Comahue. Nosotros somos socios fundadores junto con todos los soderos del Alto Valle. García capitalizaba todos los dividendos . Al final se quedó con todo.

Laudelina F. de Martín

Después anexamos jugo, tuvimos la fábrica y también soda en botellas descartables. Tuvimos la exclusividad de la cerveza Quilmes, pero nos retiraron la concesión. Esto le trajo una grave crisis, era el año ‘99 y me reunía con los empleados los sábados, y juntar la plata arriba del escritorio. Si había mil pesos se repartía en partes iguales entre todos. Cuando llegó un aumento de sueldo, 3 meses retroactivos, les hablé y les dije si les tenía que pagar todo, teníamos que cerrar. Piénsenlo, les dije. Los empleados se reunieron y me dijeron “esta empresa cuando anduvo bien nos dio plata, ahora que anda mal le ponemos el hombro”. Uno de los empleados más antiguos es González que entró en el año 1976 y hoy trabaja en el agua.

Cartel al ingreso de la oficina de Petisco

Yo tengo la camiseta de Allen. A Allen lo quiero mucho. Yo no me quiero ir de acá, pero acá falta oferta. Por ejemplo, si La Anónima no se pone a todo trapo, Roymar hubiera seguido siendo un galpón. Si el de la EG3 no pone la estación que puso, la YPF y la Shell estarían como estaban hace ‘50 años. Falta oferta y sabés qué… falta una Universidad. Sacá la cuenta: Vienen 200 chicos, se necesitan 100 departamentos, que necesitan comer, fotocopias, esparcimiento. ¿Sabés como cambiaría esto?

Carlos Antonio “Petisco” Martín nació el 20 de octubre de 1944 en el hospital de Allen. Su padre había nacido en Salamanca, en el pueblo Valdelijaderos. Carlos recuerda que su mamá, Laudelina Fernández, llegó al pueblo con un hermano en el año 1925. En aquel momento, en Europa había mucha miseria y la familia tenía muchos hijos. Así que la mandaron a Argentina porque no la podían mantener. Laudelina arribó primero a Bahía Blanca: “Allí tenían un tío que era el abuelo del los Diez. Llegan y les da hospedaje. Al poco tiempo le consiguen al tío un trabajo de sereno. En una noche entran a robar y el tío mata al ladrón. La ley era muy estricta en ese entonces así que la única alternativa era profugarlo. El tío tenía mucho contacto con la curia católica así que logra que lo suban a un vapor para salvarse. La mamá queda sola y va de casa en casa, de tío en tío. Uno de sus tíos llega al valle, son los del almacén “Diez y Fernández”. La cosa es que uno de los hermanos Fernández, llamado Leandro, se va a Neuquén y ahí va mi mamá a trabajar con los tíos en el almacén. También trabajó de telefonista”. (Carlos Martín, 2008). Santiago Martín García vivía en Buenos Aires y en 1925 se viene al Valle. Laudelina y Santiago se conocieron a través de amigos comunes de unos parientes y se casan. En Plottier, donde se instalaron primero, pusieron un almacén de ramos generales e iban a buscar la mercadería a Neuquén en una bicicleta. El viaje le llevaba todo el día: “las escobas las ataba a lo largo de la bicicleta. Mi vieja quedaba sola. (…)  Ahí estuvieron hasta el 43 o  44 (…) como se vendía un bar (donde está hoy la galería de Armando Gentilli) el tío le avisa a papá de la venta, le presta plata y mi viejo compra el bar. Ahí se vienen. Se vienen porque Allen era más grande que Neuquén”. (Carlos Martín, 2008). “Este es un certificado (de mi abuela) del 17 de septiembre del año ‘23, para dejarla embarcar.”, cuenta “Petisco”, “A ella la mandaron cuando tenía 10 años para acá, porque no podían mantenerla. Sola con un hermano. Cuando volvió a España tenía 50 años. Cruzó a la madre en la calle y la reconoció. Llegó a la casa y mi tía le dijo que la fuera a buscar, que mi abuela había ido a la tienda. Y la fue a buscar y cuando llegaba a la esquina  mi abuela salía del almacén y se cruzan en la vereda. Cuando la vio, la abuela levantó la vista y la paró ‘Tú eres Lina’ le dijo. Hacía 40 años que no la veía. La dejó de ver a los 10 y la volvió a ver a los 50” (Documentos de familiares de Carlos Martín Petisco)

   

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5 Respuestas

  1. susana Martin dice:

    Me encanto recordar la historia de mi familia.Le agradezco a mi hermano sus anecdotas .Tiene muchas mas que las cuente Tengo el mejor de mis recuerdos de Allen Susana Martin

  2. Laura Rostoll dice:

    Estoy repasando gran parte de mi infancia. Mi maestra Ileana, Lina y Don Manuel, los «grandes» del Mariano Moreno, don Luis Capizzano… Gracias Carlos!!!

  3. maridé dice:

    al leer este pequeño» relato, recordé parte de mi infancia… me encantaba ir a la casa de Carlos… no por él!! sino por los papás que eran como los abuelos que nunca tuve, Don Manuel y Lina me daban todos los mimos!! Carlos necesita varias páginas para contar tantas anécdotas…gracias gallego!!

  4. Es cierto Maridé, Carlos es un personaje de Allen muy interesante. Gracias por compartir tus recuerdos!!!

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