Nuestros hermanos

La población chilena ha sido muy importante en la región, especialmente, en nuestra ciudad. Llegaron masivamente entre las decadas del 20 y 50' cuando la fruticultura se transformó en la actividad económica central de la región. Poca es la presencia de sus historias en la historia allense, la mayoría descendientes de mapuches, sus historias quedaron guardadas en las abuelas y pocos recibieron costubres, rituales, tradiciones por la importante discriminación que ya sufrían solo por "ser chilenos". Aquí algo de su historia de los "cordilleranos" como los denomina el investigador Andreas Doeswijk (2012) .

Entre 1910 y 1950 la población en el Alto Valle, pasó de 7.000 a 81.000 habitantes. La explotación dominante era la chacra y en 1948 el 81% de las unidades empadronadas eran inferiores a 20 hectáreas.

Hasta 1914 la recepción de inmigrantes extranjeros se multiplicó por diez en el Territorio Nacional de Río Negro. Este crecimiento, sin precedentes, estuvo relacionado con la gran migración de ultramar que llegó a nuestro país y otras áreas nuevas, desde mediados del siglo XIX hasta 1914.

Entre 1931 y 1946, la recepción migratoria disminuyó drásticamente en el país, pero en Río Negro este flujo permaneció constante. Esto se explica por la continuidad de la migración desde Chile. Los migrantes de este país vecino pasaron a predominar entre los extranjeros en la provincia, a tal punto que para 1980 representaban ¾ de la población extranjera en Río Negro (Gómiz, J. 2008).

Esa población que migra a la región desde sus inicios, los “cordilleranos”, eran en su mayoría son oriundos del sur de Chile y de la zona andina de Neuquén. Estos eran, en general, descendientes de chilenos de segunda o tercera generación. Por cierto, el “límite” de nacionalidades que establece el autor es producto del ya referido proceso de construcción de los estados nacionales a ambos lados de la cordillera, ya que anteriormente la región había sido un espacio de diversidad étnica en interrelación sin límites nacionales.

El excedente demográfico de la población rural en Chile y la necesidad de mano de obra en la región se unieron a comienzos de siglo e iniciaron el desplazamiento interregional. Ya para 1918 Allen tenía una importante población chilena, según consta en el padrón municipal de electores extranjeros.  En la década del ‘40 se intensificó la corriente migratoria chilena por la demanda de mano de obra en las chacras.

Inicialmente migraban en su mayoría hombres solos, pero hacia los años ‘50 comenzó a aumentar la proporción de mujeres, pues la migración fue de familias. Estos hombres, mayoritariamente jornaleros, conformaron entonces la mano de obra de la ascendente fruticultura de la región, una importante parte de la población que no ha quedado plasmada en las historias locales.

Trabajadores Foto M. Fernández Vega.

Estos migrantes, inicialmente estacionales, se establecían en alguna pequeña parcela fiscal donde cultivaban y tenían animales y en temporada se trasladaban a la región patagónica para trabajar en la cosecha y esquila de ganado lanar. Al llegar, no tenían experiencia como asalariados, eran pequeños propietarios, inquilinos, artesanos, carpinteros, albañiles, alambradotes, etc. y estas actividades fueron las que luego ejercieron fuera de la temporada. En nuestra región no pudieron acceder a la propiedad de la tierra y mantuvieron sus costumbres -que en algunos casos llega hasta hoy- de criar animales y tener una huerta. Hacia los años ‘60 puede decirse que declinó la llegada masiva de inmigrantes cordilleranos.

Foto: Laura Fuentes

A su situación laboral siempre inestable por “no ser nativos”, se sumó la decisión de radicarse en el lugar, por lo que conformaron barrios precarios en tierras fiscales o cercanas al área rural. Discriminados por su origen, color de piel y condición social, los chilenos fueron excluidos de la condición de ser “inmigrantes”. Así un hijo de italiano o español, en Argentina, es, naturalmente, argentino. Un hijo de chileno (como hoy de boliviano) es y será considerado socialmente siempre como chileno. Su reconocimiento se asocia a su actividad de trabajador rural, es decir que se da una etnificación de la fuerza de trabajo: la especialización étnica en un nicho ocupacional, gente de un origen étnico particular es reclutada y empleada para realizar determinadas ocupaciones.

En Allen, la zona rural y el barrio Norte, fueron sus lugares residencia. En sus relatos cuentan que muchos vivieron en las chacras primero y luego vinieron a vivir “al barrio”. Recuerdan su vida de pequeños/as con animales y huertas, los lazos familiares comprendidos por padres, abuelos, tíos y primos y costumbres rurales, solidarias y comunitarias. La vida, en su Chile natal, apenas alcanzaba para subsistir y el crecimiento de la familia por la llegada de nuevos hijos y el casamiento de otros los llevó a migrar. Llegaron a esta zona por las noticias del desarrollo frutícola y la necesidad de mano de obra.

 Por otra parte, el establecimiento fue en cadena, ya que el primer eslabón era un integrante o una familia pionera que luego llamaba a los parientes. Quedaba atrás un mundo distinto al que encontraban en la región, que estaba regido por formas capitalistas, monetarizado, individualista e interpersonal. El choque cultural no fue fácil de asimilar, consigo trasladaron sus experiencias, creencias, saberes y expectativas a “un espacio en el que hasta entonces nada les pertenecía, al que nada los ataba, pero al cual los atrajo la posibilidad de revertir su situación de pobreza” (Doeswijk, A. 1998).

Maria Luisa Genga con niños en la chacra.

A los inmigrantes europeos no se les exigió tener hijos argentinos para acceder tierra, pero al chileno sí. Por esto no les quedó otra alternativa que vender su fuerza de trabajo como asalariados, en combinación con la pluriactividad familiar. En Allen, el barrio Norte concentró a estas poblaciones que accedieron a una parcela después de muchos años de establecidos y de bajo costo por ser un espacio de escaso interés para la población pionera.

Muchos de los primeros pobladores  compraron tierras como negocio que luego vendieron en pequeñas parcelas y con facilidad de pago. Hasta que llegó esta posibilidad, la mayoría de los migrantes cordilleranos vivieron en las chacras en donde trabajaban y que pertenecían a familias, generalmente italianas. La actividad entonces generó una unidad económica solidaria en que patrones y asalariados trabajaban juntos,  pero en una relación de poder diferenciada y vista a veces como opresiva por todos los integrantes del núcleo familiar. En muchos casos, los patrones les fueron prohibiendo tener animales y quinta, lo que dificultó la subsistencia de la familia y llevó a que los hijos comenzaran a abandonar la chacra en búsqueda de subsistencia. Igualmente estos grupos mantuvieron fuertes lazos familiares y vínculos muy estrechos con sus hijos, aún después de casados.

Camión Miguel Fernández Vega

Al analizar espacios agrarios debemos pensar en que estos son producto de la dinámica social. En este sentido, es necesario comprender las tramas sociales para entender los procesos más amplios en que están involucrados sus actores. Son sus acuerdos, relaciones, negociaciones y conflictos los que nos permiten ver particularidades en relación al espacio y cómo construyen, a través del tiempo y en forma dinámica, redes y organizaciones sociales (Bendini, M. y otros 2006)  Entre los años 50' y 70', las transformaciones tienen, por un lado, el impulso de “modernización”, que llega hasta la década del ‘70, y, por otro, un proceso de concentración, que abarca el mismo período, continúa en los ‘80 y llega a su punto máximo en los ‘90.

La fruticultura fue una de las actividades productivas más dinámicas del país y la modernización llegó paralela a la prosperidad de la región. Con el boom de la fruticultura se construyó un espacio de demanda laboral que se incrementó al consolidarse el complejo agroindustrial y fortalecerse las tendencias expansivas de la actividad. Este proceso trajo demanda y diferenciación de la mano de obra (trabajadores rurales y operarios de galpones, frigoríficos y otras industrias, etc.) y como consiguiente, la organización gremial, con sus dinámicas propias y niveles de organización.

Trabajadores (Tarántola)

La modernización también trajo un desequilibrio en las fuerzas productivas que llevó a un proceso de concentración al extremarse la dependencia en relación al mercado externo y, en lo interno, por las crisis monetarias que erosionaron la capacidad de capitalización e inversión en las parcelas. Allen se inició con colonos que a través del trabajo familiar se identificaron como chacareros.

De aquella explotación familiar de comienzos de siglo con mano de obra asalariada y estacional se pasó al período de crecimiento de la actividad. Se excedió la capacidad de las unidades domésticas y empezó a necesitarse más fuerza física de trabajo y una adecuación a los nuevos cambios dados por los plazos de maduración y el traslado a galpones de empaque y frío. Esto trajo como consecuencia la llegada de otros trabajadores provenientes de lugares distintos.

Trabajadores de la AFD

Sin embargo, esto marcó los cambios que se estaban produciendo porque fueron en las grandes propiedades donde se observó la mayor cantidad de trabajadores permanentes, mientras que los estacionales aparecen en aquellas unidades de una a diez hectáreas. De allí entonces, que durante el proceso de auge del Alto Valle se inició el asentamiento permanente de muchos trabajadores, la llegada de sus familias y la ocupación de sus mujeres en la actividad doméstica y el empaque de frutas.

Fue un período en que también muchos chacareros construyeron su casa “en el pueblo” y esto significó dejar encargados o capataces en las chacras, esos trabajadores “de confianza” que antes habían sido temporarios y extranjeros, en su mayoría. Fuera de temporada -en aquellos tiempos era de diciembre a mayo- los trabajadores se emplearon mayoritariamente en la construcción.

La presencia de trabajadores chilenos en la economía regional debe observarse como parte del proceso productivo que los tuvo como asalariados. De esta manera:

 “la desigual integración económica de chacareros y trabajadores chilenos marcó una división del trabajo que en la actualidad es co-producida por los mismos actores. Los dos sectores estuvieron integrados a una dinámica que los hizo parte del espacio de las chacras, unos como dueños, otros como trabajadores y residentes, pero la integración desigual de unos y otros reflejó el modo en que cada sector vivió su asimilación a la sociedad mayor y contribuyó a reproducir las diferencias socio-nacionales como chacareros ‘blancos y argentinos’, y trabajadores ‘más chilenos que argentinos’, como suelen referirlos los pobladores de la zona” (Trpin, V. 2006).

  “Mi abuela, según nos cuenta, vino de Zapala, pero era chilena, descendiente de mapuches, eso no le gustaba contarnos (…). Trabajó toda la vida en la chacra de G.R. Cuando se quiso jubilar le fue a pedir que le firmara un comprobante de sus años de trabajo con esa familia, porque no sólo trabajaba como recolectora de frutas. Como vivía allí también ayudaba a la señora en la casa, incluso mi mamá y yo la ayudábamos en la chacra y en la casa. Pero el patrón la desconoció, dijo que nunca había trabajado con ellos. Fue muy triste para ella, tenía 75 años y estaba casi ciega (…). Murió un año después” (Testimonio anónimo, 2009).

Trabajadoras galpón Spina

Cuando de Chile me fui… 

- “Cuando llegué a la argentina en el año ‘54 estuvimos viviendo en la chacra como 6 años (…) cuando llegamos [al barrio] adonde yo vivo era todo chacra, árboles, pelado, una calle sin asfalto, sin nada. Donde compró mi marido no teníamos agua, no teníamos luz, nada. Mi marido trabajaba mucho y no nos alcanzaba. Sufrí bastante, porque dejé a mi mamá allá, a toda mi familia. Pero como me había casado tenía que seguir a mi marido. Así fue mi vida”.

- “Tengo más años acá en la Argentina que en Chile. Me vine de edad de 17 años. Tuve mi hijo mayor a los 17 años. Vivimos en la chacra de Cunti muchos años. Ahí tuve todos mis hijos. Trabajaba en la chacra desbrotando viña, envolviendo viña, y después los trabajos de la casa. Y tenía que hacer tiempo porque si trabajaba él solo no alcanzaba”.

- “Yo llegué acá en el año ‘57, con 3 chicos y mi esposo que era policía. Estuvimos en Guerrico primero, en una chacra. Hacíamos quinta, cuando él podía nos ayudaba. Plantábamos papa, cebolla, cosas para usar en la casa, criábamos chanchos, gallinas, conejos. Hacíamos embutidos, salsa… los seguimos haciendo con mi hija”.

- “Llegamos en el ‘60 de Chile con mi familia. Somos 10 hermanos. Tenía 16 años. Llegamos el 17 de enero a cosechar uvas cerca de Guerrico. Mi mamá compró enseguida una casita acá en el barrio. En Chile teníamos animales, los vendió y compró una casita (…) éramos muchos hermanos y teníamos que salir a trabajar todos los días, a cosechar, a hacer cualquier cosa a la chacra. Trabajábamos de lunes a sábado. El domingo estábamos con la familia. Los domingos la mamá siempre nos hacia tallarines. Esa era la comida de los domingo, porque éramos muchos.”

-“Yo soy chilena. Fuimos primero a la chacra de Martínez, que eran 3 hermanos, Ángel, Falucho y Antonio. Después nos fuimos a lo de Rodríguez, a la 23. Trabajé en la cosecha de la uva, después me casé. Después me separé (…) todo esto acá era baldío, no habían casas, había plantitas, había tamariscos. Cuando me iba a encontrar con mi marido, nos encontrábamos por las plantas de tamariscos… Por acá por la escuela 80 era todo tamariscos (…). De acá, me acuerdo de que no había agua, había una canilla de agua en la esquina y veníamos en un carrito a buscar agua. El agua para lavar se juntaba de las acequias que venían por la orilla. Se hacían pocitos medio hondos para que se juntara agua limpita. Con esa agua se lavaba. También pasaban repartiendo agua de la municipalidad”

Testimonios del taller colectivo 2006 grupo de abuelos “La Amistad” del Barrio Norte. Participaron Marta Ibarra, Nivia del Valle, Justa González, Magdalena Vergara, Margarita Martínez, Ana María Surita, Irma Herrera viuda de Hernández, Etelvina Sepúlveda, Rita Melo, Margarita Peirano, Cleremira, Concepción Dutra, Guillermina Etchegaray, Irma Yarlén, Robídia Campo y Nélida Bustamante.

Trabajadoras de la fábrica Bagliani

Las fotografías son ilustrativas. Es muy dificil encontrar fotos de los sectores populares y saber quienes estan en las imágenes. Pasa lo mismo con la mujer, la mayoría de las fotografías son de hombres. Algunas de estas fotos son de Allen otras no pues solo intentamos ilustrar con trabajadores, en la mayoria de los casos del sector frutícola, para recuperar su protagonismo e importancia en el desarrollo de la región.

"Las voces de los sectores populares han sido poco escuchadas, mucho menos estudiadas y la mayoría de ellas nunca rescatadas del olvido. Debido a su escasa capacidad para hacerlas visibles, poco sabemos sobre ellas. Sin embargo cuando logramos conocerlas nos brindan matices para comprender los procesos históricos, sociales y políticos" (Sectores populares: identidad, memorias y el barrio).

Reparto de juguetes en el Correo cuando estaba ubicado en calle Libertad y J. B. Justo.

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