Cumil
Así comenzaba la entrevista que hicimos a Dante Boela para el Libro del Centenario: Allen 1910 - 2010, hoy queremos recordarla y recordar lo que nos contó sobre su recordado personaje "Cumil". Fascinado con la historia de Talón de Oro creo un sitio web denominado en su honor y nos contactó para ampliar la información que él tenía. Ocurrente, simpático y muy divertido, la ciudad no puede olvidar a este personaje que además fue un incansable militante del periodismo (creo y participó de prensa escrita y oral en Allen y en la región). Cumil fue un personaje de radio del "Programa Feliz" que conducía Sanfilipo y Carlos Fernandez e iba después del noticiero del mediodía.
Decía Dante que en aquellos tiempos pasaban cumbia, que era muy cuestionada y una legisladora (Barriga de Fran) pidió que lo suspendieran, porque era un 'programa cultural. "Yo les escribía los libretos al 'chileno Pantoja' y a 'Tony Rey', una especie de conductor latino que representaba Carlos Fernández. Luego empecé a escribir otro personaje, que ellos lo imitaban mal, no les salía. Me dijeron 'ponele nombre...'. y le puse Gustavo Cumil, inspirado en las personas que antes iban a las radios a pedir, por ejemplo, que le avisen a algún pariente que estaba internado en el hospital, etc. Cumil, en realidad, nunca existió realmente. Decíamos que el personaje vivía en Treneta, tenía hijos y mujer. A partir de ahí, me sume a ellos en el programa y a los bailes que se hacían en el club San Martín. Fue entre los años 83 y 86. Hoy Tony Rey continúa identificándose con ese nombre y es dueño de FM El Álamo" (Dante Boela, 2010 - 2011).
Dante Alejandro Boela nació en 1956 en Bariloche en una familia, según su definición, de “milicos e indios”. Sus abuelos maternos eran inmigrantes italianos que llegaron al Valle por separado y se casaron en Allen. Por el contrario, sus abuelos paternos vinieron de partes distintas. Julia Nahuelquin era indígena que había llegado con su padre Luis desde Chiloe. Jacinto Boela era uruguayo y formó parte del Ejército Nacional, con el que desembarcó en Santa Cruz y así, persiguiendo bandoleros, llegó a Bariloche.
La cosa es que Jacinto fue a pedir la mano de una de las hijas de Luis, aunque no justamente de Julia. Pero Dante dice que “el viejo Nahuelquin le dijo: mirá, esa la tengo ocupada porque la tengo pedida. Llévate a la Julia que la tengo libre, y es muy buena”. Y Jacinto siguió el consejo y no le salió mal: Julia y él tuvieron 7 hijos y fueron muy felices, incluso criaron algunos niños ajenos.
Uno de los siete era Ricardo, el papá de Dante, que al crecer se transformó en empleado de correos. Lo trasladaron a Allen en el ’55, cuando se inauguró el edificio nuevo. Pero además, creó un servicio de altavoces en la calle, en el que él mismo trabajaba de locutor y que le ayudó a conquistar a Olga, la mamá de Dante. Parece que Ricardo le dedicaba el vals Olguita cuando sabía que ella estaba paseando por el centro. Finalmente, se casaron: “un poco rompiendo el molde, porque en esa época las mujeres comúnmente se casaban con hijos de chacareros, pero ella decidió casarse con un tipo que venía de afuera” dice Dante.
El matrimonio se mudó a Bariloche y tuvieron tres hijos Dante, Ricardo y Leonardo. Lamentablemente, Ricardo y su papá murieron ahogados en un trágico accidente. Olga resolvió mudarse a Allen con sus padres y los chicos. Como el correo era una empresa nacional, el cargo de Ricardo quedó para Olga, quien además hacía trabajos de modista para mantener a su familia.
Dante vivió su niñez en el barrio Guarnieri y cursó la primaria en la Escuela 153. Si bien era muy pequeño, sintió el cambio al llegar a la ciudad: “Yo en Bariloche, había empezado a ir al cerro, a hacer deportes de invierno. Acá… minga. Así es que empecé a jugar al fútbol y agarrar sapos en los canales. Antes era lo mas común jugar en los canales”, cuenta Dante, “nos sorprendíamos porque allá en Bariloche agarrabas el teléfono, discabas y llamabas al que querías. Y acá le dabas a una manija, cargabas un magneto, y le decías a la chica que te atendía a con quién deseabas hablar”. Pero también recuerda que él y sus amigos encontraban formas para divertirse: “íbamos al cine San Martín para ver películas de pistoleros, o al Lisboa. Y los martes a la noche, por un arreglo que teníamos, yo tendría 13 o 14 años, nos mostraban las películas de Libertad Le Blanc e Isabel Sarli. Éramos un grupo, yo era muy chico, e íbamos con Graciano Bracalente, con Panchi Martínez ... Me acuerdo también que había un señor que se llamaba Birne que era del Partido Comunista y pasaba películas en los cines, también en el club Alto Valle pues en el club tenían una máquina para pasar películas, que era propiedad del club. Me parece que todavía están las marcas, arriba de los vestuarios, allí había una casillita donde estaba el equipito para pasar películas”.
Cuando llegó a Allen, en el barrio estaban construyendo el Club Unión. Dante iba siempre con su abuelo a ver el clásico Unión-Alto Valle que se jugaba domingo por medio y recuerda que “antes admirábamos a los jugadores de acá”. Dante jugaba al fútbol en el barrio y también se juntaba con los del equipo de rugby, pero siempre llevaba su hermano menor, Leonardo (o Leo, como lo conocen todos), porque era común “que arrastráramos con nuestros hermanos”. En aquel momento se jugaba mucho al rugby: “todos mis amigos jugaban en la quinta de los Nibelungos. Se jugaba en lo que es ahora el barrio Sta. Catalina, después se trasladaron adonde está ahora la escuela 298 en el barrio Tiro. Y anteriormente jugaron en un baldío entre la iglesia y el que le dicen el barrio bancario. Ahí estuvo la cancha de fútbol del club ‘Eva Perón’. Ahí funcionaba el club de rugby”.
Era muy pibe cuando empezó a salir. A los 12 ó 13 años ya comenzó a ir a los “asaltos”, esas fiestas que reunían a los más jóvenes, generalmente en la casa de alguno de los amigos y que “¡se hacían a la una de la tarde! porque antes no te permitían entrar a La Cueva o a Mambrú; cuando crecí pude ir” dice Dante y agrega que “antes la noche de Allen era impresionante. Había varios bares, confiterías, tenía mucha vida nocturna”.
Pero fue también durante su adolescencia que comenzó su vida política. A los quince años empezó a militar en la Juventud Peronista. Eran los comienzos de los ’70. “Yo tenía intereses políticos pues había mucha lectura y profesores que te daban lecturas interesantes, libros, cosas de actualidad”, explica Dante, “la educación que nos daban en esos tiempos no era muy democrática, era tiempos de militares, estaba Lanusse, y nos enseñaban cosas que nos hacían rebelar, como enseñarte una Constitución Nacional que no respetaban un carajo”. En ese momento, Dante estaba estudiando en Bahía Blanca que según él “era zona de ebullición. El peronismo para mí era la única corriente que te permitía en ese momento estar ahí”.
Dante también perteneció a la Unión de Estudiantes Secundarios y desde allí se contactaban con chicos de otros lugares de la provincia, pero nunca llegó a militar en la JP local. Cuando empezó la Universidad en Buenos Aires su participación se hizo más activa. Recuerda con emoción que vio a Perón en el balcón de la Casa Rosada, cuando dijo aquella frase “llevo en mis oídos una música maravillosa…”. Pero en el 73 y el 74 comenzó la persecución política: “Ahí empezamos a vivir mal, porque empezamos a vivir una semana en una casa, una semana en otra”, cuenta Dante. “Era una época de mucha militancia, pero también de mucho miedo. Yo pienso uno se salvó de pedo”. Cayó preso varias veces, le allanaron la casa otras tantas y “me cagaron bien a palos también. Del grupo nuestro de estudiantes de periodismo desaparecieron tres. Yo confieso que tuve un terror impresionante. No sé, nos salvamos porque… no sé”.
Además, Dante dice que fue el peor momento para ser peronista: “con el peronismo tuvieron una saña especial… con el peronismo de izquierda y con los jóvenes. No con los sindicalistas. En un momento de aquellos tiempos, empezamos a esconder y a quemar todo, se llama tabicar, que era guardar información, esconder”, explica Dante, “metí en los tabiques de la puerta las revistas que tenía de ‘El Descamisado’. Te llegaban a agarrar con eso te cocinaban vivo. Las guardé en papel aluminio, después se las regale en uno de mis últimos viajes a Matías, mi hijo”.
Apenas se recibió en la Escuela Superior de Periodismo, comenzó a trabajar. De los 25 que se recibieron, él quedó entre los mejores 10 promedios y salió sorteado para hacer una pasantía en Editorial Atlántida. Allí trabajaba Héctor D’amico, que lo hizo entrar en la revista “Somos”. Viajaba por todo el país haciendo notas de variedad porque “estaba en una sección que no escribía sobre política, porque en esa época política sólo escribían los tipos que podían”.
Después, empezó a trabajar en la Editorial Perfil, para la revista “Semanario”. Después pasó a “La Semana” y luego a “Tal Cual”. “En Semanario inventábamos todo. Te tiraban una foto de alguien y tenías que inventar una historia”, recuerda Dante divertido, pero con un poco de vergüenza, “hice los primeros correos de lectores, hacía las cartas y me las contestaba solo. Hasta que después empezó a funcionar. Después pase a enfermedades. A curar… me da vergüenza…. Curábamos, inventábamos… Escribíamos boludeces, escribías una nota y el tipo te la leía y te decía ¡más literatura, más fantasía, pibe! Te la hacia un bollo y te la tiraba en la cara. Entonces tenías que hacer otra nota. Teníamos un vademécum y un medico en la revista, nosotros escribíamos y él nos decía ‘sí, está bien’ para no meter la pata”.
Una vez, cuando Maradona hizo la primera gira del mundo, cuando, según Dante, “recién empezaba a ser ‘Maradona’, jugó en el estadio de Wembley e hizo un partido bárbaro... El tipo que mandó la nota, la mandó corta. Y quedaba un espacio vacío, entonces me hicieron escribir repercusiones. Y yo averiguo en los diarios de Londres y pongo una nota de un diario que no existía: el Ten Mirror, una cosa así. Y puse una nota de un tipo que se llamaba Peter Green, que era en realidad Pedro Verde, el ordenanza de la redacción. Escribí una notita donde hablaba de Maradona. Pasaron los años, y una vez salió en El Gráfico un tal Peter Green del Mirror hablando sobre Maradona. Eran todas macanas”, recuerda riendo.A comienzos de los ’80, un problema sentimental lo devolvió a la zona y comenzó a trabajar en el Río Negro. Pero en el ’84 dejó el diario para trabajar en LU18 y LU19. Trabajaba en el servicio informativo y conformó un importante equipo de trabajo. En ese tiempo los medios eran distintos: “Antes te mandabas un furcio y te suspendían. Se grababa todo y lo revisaba el CONFER. El control duró hasta el 85”, explica Dante, “Me acuerdo que en la época de Alfonsín había un Secretario llamado Santiago Valerga, en la rapidez de la noticia dije Laverga, me suspendieron una semana. Había un gran control, actas de todo lo que se decía, de la música que pasaban. No se podía hablar con tonada, no se podía pasar cumbia...”. Con Sanfilipo y Fernández comenzó a hacer El Programa Feliz, después del noticiero del mediodía. Dante escribía los libretos para sus personajes: el chileno Pantoja y Tony Rey, una especie de conductor latino.
El primer programa local en el que trabajó lo hizo con Eduardo Chavarría y se llamaba “Allen y su gente”. Después tuvo una radio propia “Estrellas”, cuando en la ciudad sólo existían la “Líder” y la de Venegas. Algunos de los periódicos en los que colaboró fueron "Allen, Jardín del Valle", creó "Tiempo de Noticias" y "El Observador".
Otra de sus pasiones es el Club Alto Valle. Es socio hace muchos años y en 1994 lo nombraron presidente. Cuando entró como dirigente del club “eran todas mujeres”, cuenta Dante, “Hicimos la campaña con el negro Iris y Jara. Logramos salir campeones del apertura y de la liga con todos jugadores de Allen, sólo el arquero era de afuera, de Regina”. Estuvo 4 o 5 años en la presidencia, pero abandonó porque “nos dejaron muy solos”, explica, “Conseguimos un solo subsidio, ¡que lo usamos para arreglar la cancha de Unión! Pues para jugar el torneo necesitábamos una cancha con tribuna”. Nos contó que los colores de Alto Valle los puso “el viejo Birne, que era comunista”, le dijeron que tenían que ser azules y cuando fue a pedir el color metió la mano en el bolsillo y dijo “Así” y saco la caja de fósforos Ranchera, que era azul con una franja blanca.
Los amores por aquel tiempo "eran jodidos… para tocar una teta estabas diez meses. Yo vivía acá y para acercarnos a una chica nos cobijábamos bajo la pinta del gringo Bracalente, que era el más alto, tenía mas pinta, ¡pero amarrábamos el descarte!” recuerda divertido. Pero dice que en Buenos Aires “fue diferente. ¡Era más revolucionario! Vos te disfrazabas de pobre, andabas vestido de grafa, fumabas cigarrillos negros, (tosía como un boludo, porque nunca fumé) y te enganchabas unas chicas hermosas. Pero venía para Allen y no me daba bola nadie” cuenta Dante riendo, “había otros valores, se hablaba de otra cosa, había mucha plata, lo político no interesaba, lo hablabas aparte”. Pero eso no le impidió encontrar a su media naranja. Conoció a su esposa, Mónica Rollán, en Allen, porque era cajera del supermercado donde él hacía las compras. La veía siempre y un día le dijo “me voy a casar con vos”, pero ella lo ignoraba. Pero para una Navidad le regaló un ramo de flores y, con un poco de ayuda de la hermana de Mónica, logró conquistarla. Hoy tienen dos hijos, Matías Emiliano y Franco Ismael.
Dante fue Concejal en la ciudad del ’99 al 2003. Pensaba en 2006 cuando le hicimos esta entrevista que los partidos no estaban funcionando como deberían, que faltaba discusión y que la gente no tenía educación política: "lo más importante es involucrar a los jóvenes para que participen. En nuestra época el grueso de la juventud tenía un ideal profundo: que era cambiar las cosas, que era cambiar el pueblo, la república, el mundo… después nos hicieron mierda a todos”, dice Dante con un poco de bronca. “El Che Guevara no era un póster que vos pegabas para tapar una mancha de humedad. Era un símbolo. La foto de Perón, la foto de Evita... Igual creo que estamos ante un gran cambio”, decía con esperanzas, “pero le tengo mucho miedo a esto, porque los niveles educativos son muy bajos. Y cada vez lo hacen más a propósito, que la gente no se tiene que interesar porque la política es fea y mala. Entonces dejan que estemos siempre los mismos y seguimos haciendo cagadas”. Dante fue después concejal e intentó algunas veces ser intendente.
Dante creo el sitio Talón de Oro en recuerdo de aquel personaje al que hicimos referencia en el Libro del Centenario y en la sección Mitos y leyendas. En la sección de Humor de Talón de Oro podes encontrar: De recorrida, por Gustavo Cumil
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