Escuela N° 23 «José de San Martín»

“En mayo de 1931 ya se había terminado de construir un nuevo edificio escolar en la manzana 78 del pueblo. El Consejo Nacional de Educación resolvió que llevara el número 23 y que su director sea Jesús Rojas.  El nuevo edificio escolar era del tipo A, compuesto por cuatro aulas de 7 metros por 25, una galería de 28 metros de largo por 3,40 de ancho, con cielorraso y piso de pinotea. Del mismo edificio, formaban parte la casa para el director con dos habitaciones. Una pieza de 5 por 4 y otra de 5 por 3 metros 20. También tenía una galería de 8 por 3, cocina, baño y despensa. Todo el edificio estaba rodeado por una vereda de ladrillos. Un cuerpo separado poseía dos locales para funcionar como depósito y dos urinarios. La entrada de la escuela estaba sobre la calle Don Bosco y tenía otra entrada por Juan B. Justo. Estaba cercada con alambre y con algunos tamariscos plantados en su perímetro, que aún hoy intentan rebrotar. Como la superficie del terreno lo permitía, se sembró una huerta, se plantaron frutales y frente a la casa del director se levantó un parral. Luego se colocaron eucaliptos. Algunos de estos árboles aún hoy se conservan. También fueron plantadas unas coníferas en el patio central, junto al mástil. El cambio al nuevo edificio fue polémico. Es que la resolución del Consejo de Educación que cambiaba una vez más el nombre a la escuela y ordenaba su traslado fue muy resistida” (AMMA, 2009)

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Foto del Libro Histórico de la escuela.

Dice el semanario Voz Allense que en 1931 la escuela 37 migró una vez más, esta vez a un nuevo edificio pero los padres y alumnos no estaban de acuerdo. Por resolución de las autoridades educativas alumnos, muebles y archivos de la escuela 36 debían pasar a la nueva escuela, la que llevaría el número 23 (AMMA).

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Imágen del Libro Histórico de la escuela.

La decisión de trasladar a la directora Patricia Barrionuevo generó mucho malestar. Según recuerdan las hermanas María Luisa y Emilia Genga (2008) cuando tenían unos 10 años junto a sus compañeros decidieron hacer una huelga pues “nos querían sacar la directora”, dice Emilia indignada. “La señorita Barrionuevo era una gran mujer y no estábamos dispuestas a que se vaya. Los diarios de la época sacaron nuestra manifestación porque salimos a las calles de la ciudad con toda la escuela. Íbamos cantando, pidiendo que no la saquen y cuando pasábamos frente a una panadería, ¡los panaderos nos daban bollitos! Fuimos censuradas…y la sacaron nomás” señala María Luisa.

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Las rebeldes Emilia y Maria Luisa junto a sus compañeros.

Los padres también estaban indignados y no enviaron sus hijos a esa escuela. Para encontrar una solución intercedió el párroco local, el padre Baira, quien fundó una escuela parroquial que solucionó el problema por un tiempo (AMMA).

“El tiempo pareció curar todas las heridas y la vida institucional de la 23 pudo continuar. Pero muchos años más tarde, en 1985, ocasión en la cual las autoridades de ese entonces decidieron celebrar las bodas de diamante, se dieron cuenta de que el malestar estuvo vivo todos estos años. Cuando se organizó el 75 aniversario del colegio, se decidió invitar a los primeros egresados. Eran los egresados de 1928, cuando la escuela aún llevaba la denominación 36. ‘Fue una gran fiesta aunque sólo fueron dos o tres egresados’, recuerda Mercedes Amieva de Boyé, Chiquita, quien se desempeñaba como vicedirectora. La explicación a tamaña ausencia la encontraron luego, cuando consultaron a quienes iban a ser los homenajeados. ‘No se consideraban egresados de la escuela 23, sino de la 36. No reconocían el cambio de número’, cuenta Chiquita, quien hoy es secretaria de este Museo” (AMMA).

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Foto: Museo de Allen

Para el año 34 la escuela 23 lentamente iba logrando reconocimiento de la población. Tenía unos 282 alumnos, de los cuales asistían diariamente unos 240. Le correspondían 10 maestros pero solo contaba con 6. Esta situación se repetía en casi todos los establecimientos escolares de la época.

En 1935 llegó Vicente Lucero para ocupar la Vice Dirección de la escuela y en 1938, se hizo cargo de la escuela el nuevo director Juan Morales, que venía a reemplazar a Catalina M. de Douglas Price. Las circunstancias del remplazó todavía estaban en la memoria local y el periódico Voz Allense señalaba que esperaba que el nuevo director conformara:

 “con eficiencia a los padres y los alumnos cuya circunstancia especial del momento necesita mucho, pero mucho, para que se renueven los espíritus y se estrechen vínculos que tonifiquen de verdad y con respeto mutuo la escuela y el hogar, por cierto, es lamentable expresarlo, nuestro pueblo y nuestra escuela han pasado una crisis que se agudizó desde hace varios años y que no había sido posible disipar” (Voz, Allense, 1938).

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Graciela Viviana Altamirano: Colacacion de la piedra fundamental de las aulas nuevas que se contruyeron en 1962 o 63. Muchos reconoceran a los presentes, estan mis padres y el que habla es el Sr. Boye, suegro de Chiquita (Mercedes Amieva de Boyé).

En el periódico también nos encontramos con una variedad de artículos que refieren a las fiestas realizadas en la Escuela 23. Las marchas militares como “Mi Bandera” y “San Lorenzo”, presentaciones de obras con temáticas gauchescas, “oratorias” y “declamaciones”, se sumaban a los festejos de distintas fechas patrias que en general concluían con música y “chocolate y masitas” para los niños.

El 25 de mayo de 1933 se recordó la fecha con la locución del concejal Félix González, designado por el Municipio para “rememorar” el “objeto de la fiesta” con “frases bien mediadas y precisos sentimientos patrióticos”. Era un 25 de mayo y no hay referencia alguna de festejos por la fundación de la ciudad. También para el fin del año escolar de 1933 se realizaron “clases públicas” y muestras de manualidades; en 1935 se organizó la “conferencia cultural” sobre higiene y alimentación del niño realizada en por el Dr. José Velasco quien instaba a establecer un comedor escolar para “ofrecer una verdadera alimentación al niño necesitado”.

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 Como vemos los festejos de fiestas patrias y otros giraban en torno a integrar la escuela con la comunidad sin olvidar de exaltar el patriotismo, tan “necesario” por estos lejanos lugares, por ser receptores de poblaciones tan diversas. Las escuelas con sus docentes eran muy respetados por ser personas “ilustradas” y aunque en su mayoría venían de otras provincias eran muy bien recibidos por las incipientes poblaciones locales. Prácticamente tenían “su lugar” dentro de las nuevas sociedades apenas llegaban, pues eran símbolo del Estado civilizador, del “progreso” y de la modernización que el país llevaba a cabo.

Hacia 1939 la Escuela 23 recibió a un nuevo director, ya que Juan Morales falleció al poco tiempo de tomar el cargo. Voz Allense  informaba entonces que asumiría Everardo Orozco, pero señalaba nuevamente la situación de la escuela “a raíz de los hechos sucedidos” y el problema de “indisciplina que reina en el establecimiento y por la confusión en su mecanismo interno” de lo cual culpaba al Vice Director Lucero como causante del “mal interno de la escuela”.

En la década del ‘30 se cumplían los 50 años de la Ley de Educación Común argentina y esta fue la ocasión propicia para el análisis de sus logros. La conclusión fue que sus resultados no habían sido tan positivos como los pretendidos. Las causas eran variadas: los padres y su condición socioeconómica, la falta de edificios, la dispersión de los Territorios Nacionales, la mala preparación de los docentes, entre otros.

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Desfile Bodas de Plata 1935. Foto: Museo de Allen.

Se decidió entonces revitalizar la política alfabetizadora y coincidentemente con el espíritu nacionalista reinante en la década, se acentuó el objetivo integrador y homogeneizador que creían fundamental en los territorios despoblados de la Patagonia, cuya población era mayoritariamente extranjera. También tuvieron una gran importancia los deseos de alcanzar la civilización y el progreso por medio de la educación, el afán moralizador y la formación de una conciencia cívica del futuro ciudadano.

Las corrientes nacionalistas veían la necesidad de “eliminar” el elemento extranjero de los Territorios Nacionales del sur mediante el impulso de las fuerzas (la escuela, el servicio militar, el aumento de la densidad de población, el periodismo y la acción del gobierno) que “diluirían” los factores que iban en detrimento del sentimiento nacional. Gracias a ellas se podría combatir, entre otras, la concentración por nacionalidades, la libertad de culto, la indiferencia oficial, las escuelas extranjeras y la carencia de derechos políticos (Pierini, M.; Ferro, C. y González, F. 2008).

En la búsqueda de acercar la Escuela 23 a la comunidad se conformó el grupo de exalumnos, con los fines de proveer libros a niños que no podían adquirirlos, conformar una biblioteca, ayuda a la institución, la…

 “realización de conferencias culturales, sociabilidad, fiestas de beneficios, etc. La primera Comisión Directiva del centro a quedado así formado: Presidenta: Sra. Ida T. de Prado; Vicepresidenta: Srta. María Carmen Urdapilleta, Secretario: Sr. Jorge Serfaty; Prosecreatria: Srta. María Genga; Tesorero: Sr. Pedro Maza; Protesorera: Srta. Lía Escudero; Vocales: Sres. J. Benjamín, V. Borocci, José L. Arcaute, Stas. Lidia Sánchez y Beba Hernández” (Voz Allense, 1941). 

 

La Escuela 23 también tenía un coro compuesto por más de 40 alumnos dirigidos por el maestro Manuel Freytes y en el piano los acompañaba el maestro Alfredo Miró Presas. Entre los niños se “destacaban por su voz melodiosa la niña Lea Contreras y por su potencia y entonación los niños Juan Carlos Tarifa y Joaquín Rodriguez” (Tort, Ignacio J. 2002).   

Del Libro histórico de la Escuela 23:

“En la década del 40 tuvo gran relevancia el coro de la Escuela 23. Su director era el Sr. Miró Presas, maestro entrerriano que era profesor de piano y guitarra. A partir del 3º grado o 4º de ahora, se podía cantar en el coro previa prueba de voz y entonación. Se ensayaba una hora, una vez a la semana durante el horario de clases, era a la última hora. El repertorio era variado y siempre las interpretaciones eran acompañadas por la ejecución en el piano del Sr. Miró Presas. Era característico que en los actos patrios que se realizaban en el salón municipal, el coro, ubicado en gradas en el escenario, cantara el Himno Nacional. El mismo año que se inauguró LU5 de Neuquén [1945], el coro fue a cantar y resultó todo un suceso su actuación en la radio. Recuerdo que nos llevaron en varios coches, una mañana muy fría.

Cuando la Srta. Elena Velasco fue trasladada de la escuela 54 de la zona rural donde ejercía, a la Escuela 23, colaboró con el Sr. Miró Presas en la conducción del coro  y se lograron más interpretaciones a dos voces. Un evento que no quisiera que fuera olvidado, fue la primera Fiesta de la Manzana [1966] que se llevó a cabo en Gral. Roca. La fiesta se realizó por iniciativa de docentes y tuvo una duración de dos o tres días. Recuerdo que concurrimos alumnos de varias escuelas de todo el Territorio. Los que no éramos de Roca fuimos  llevados en tren. Salíamos por la mañana y regresábamos a la tarde. Nos daban el almuerzo preparado por cocineros del Ejército en los patios de la Escuela 42. Por la mañana había actividades recreativas al aire libre y por la tarde nos congregaban en el teatro de la Sociedad Española donde las escuelas presentaban números artísticos y había función de títeres.

Hubo también exposiciones de trabajos realizados por alumnos. Para el cierre de la fiesta, la escuela 23 de Allen presentó el Pericón Nacional que se bailó en un escenario montado en la calle Roca entre Tucumán y Mitre. El baile lo preparó el Director de la Escuela, el señor Isidro J. Gaig, quién hizo de bastonero. Tuve la suerte de integrar el grupo de bailarines a pesar de contar con solo 11 años.

Al año siguiente se repitió la fiesta pero no tuvo repercusión y se perdió la iniciativa”.

(Magdalena Bizzotto para Yappert, S. 2010)

   

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