Historias de inmigrantes allenses
Los primeros colonos afincados en el valle como propietarios de pequeñas explotaciones eran en su mayoría inmigrantes del sur de Europa, principalmente españoles e italianos, pero también alemanes, rusos y judíos. En general, todos venían con capital limitado. La necesidad de obtener rápidos ingresos que les permitieran afrontar gastos iniciales de producción los llevó a trabajar la alfalfa y otros cultivos anuales como cereales y leguminosas. La relativa disponibilidad de capital que derivaba de esa actividad fue destinada a la plantación de viñas y frutales para consumo propio (Zunino, N. 2008).
Se lavaban la mugre
en una fuentón de chapa
capas y capas de tierra sobre la piel áspera
los ojos irritados de mirar el borde precario
de un más allá provisorio
ese límite que impone el arado
dejando las huellas
de un sueño posible
en un país
donde estaba todo por hacer.
El Ángel, el Antonio y el Falucho armaron
un pedazo de patria en la tierra virgen
les decían los gallegos paperos
porque empezaron con las papas,
después se dedicaron a los frutales.
Araron y araron hasta que el futuro
parió algo más que callos y dolores de columna.
Primero fue un árbol lleno de fruta y otro y otro
y los álamos crecieron
uno al ladito del otro
parando el viento al borde de la acequia.
El mundo se hizo un poco menos pobre
gracias a mi viejo y mis tíos
que escribieron su historia verdadera
con esa fe heredada
de padres inmigrantes.
Hay una foto de esas pintadas
donde están los tres hermanos
descansando orgullosos
de los trabajos y los días que ni Hesíodo
podría haber retratado mejor.
La felicidad del trabajo realizado
donde el cansancio es puro,
lleno de fe,
sin esas huellas que dejan en los años
la derrota de los sueños incumplidos.
Los matices de los colores asoman leves
discretos en un mundo
todavía casi blanco y negro,
todo era color tierra
buscando un verde prometido
lejano en el porvenir
hasta que el futuro
se hizo realidad claro.
El abuelo Francisco
Mi abuelo andaba por la chacra casi sordo
comiendo los huevos crudos de las gallinas
del patio de la Brígida.
Qué saben del hambre decía
cuando le preguntaban por esa rara costumbre.
Le gustaba la conversa,
traje impecable, reloj cadena
y los zapatos como espejo.
Era pituco el Francisco y terco
y buen bebedor,
como todos los de su sangre.
ººº
“Certifico que Rafael Martínez Fernández, natural de Jubiles, Granada
de veintisiete años de edad y casado hijo de don Ángel Martínez Boela y
Nicolasa Fernández Alcantara naturales de este pueblo y María
Fernández Espósito hija de Antonio Fernández Muñoz y Carmen
Espósito Ortega naturales de este pueblo ella también de la misma naturaleza y edad , durante su permanencia en esta ciudad, no han ejercido la mendicidad y para que conste firmo el presente con el visto bueno del señor alcalde en la Rambla a diez de noviembre
de mil novecientos diez y nueve…”
“Canuto” Martínez llegó desde España en la década del ‘10: «Mi padre sembró como 12 hectáreas que tenía el escribano [Agustín Cruz, N. del A], pero (…) no le podía pagar, entonces le ofreció a cambio unas hectáreas de tierra fiscal que tenía cerca de Allen. Mi papá aceptó y desde entonces empezamos a contar nuestra historia» (Bernardo Martínez para Yappert, S. 2008). Su esposa Irene llegó en 1905 y sus hijos Agustín y Bernardo nacieron en 1915 y 1917 respectivamente. Bernardo se instaló en una chacra cerca del boliche “La Titina” y recién pudo ser propietario en los años ’60. En sulky iban a hacer compras al pueblo, a los almacenes de Carrero, de Aragón, o a visitar al doctor Velasco. Recuerda que:
«Mi viejo hizo esas primeras 12 hectáreas de la nada. Desmontaba de a cuadros. Primero un pedazo para tener pasto, alfalfa, después otro pedazo para cultivar papas. Con un rastrón grande desmontaba. Primero lo manejaba mi padre y después mi hermano. Yo, con 12 años, limpiaba acequias y los canales de otras chacras para ayudar a la familia. Juntaba plata para que mi hermano y mi padre siguieran avanzando hasta que la tierra empezara a dar algo más que para la subsistencia. Con lo que ganaba comíamos en casa. Mi mamá también ayudaba en el monte y mi hermana se encargaba de tener la comida lista» (Bernardo Martínez para Yappert, S. enero 2008).
Abrazado a una tarde de septiembre
entre los árboles florecidos
una paloma traza una línea en un cielo impecable
allá lejos la mirada
del abuelo anda huérfana de su Galicia
me lo cuenta después en un vino
y sabe que no entiendo
algún día entenderé donde tiene los pies
la memoria de la ausencia
***
Me gusta volver a mi pueblo
ir a la chacra a ver a la Brígida
criando hijos de hijos
haciendo milagros a la hora de la comida
y sentarme con el tío mas sabio del planeta
a enturbiarnos los ojos de tintos y nostalgias
allí el tiempo es un manzano
a la orilla de una acequia
y el olor de la tierra tiene el aroma de la infancia
tiene nombres
que hablan del otro lado de la lluvia
nombres que vuelven del costado feliz de la vida
tibios nombres que me enseñaron a amar
ººº
el Antonio de la Brígida se quedó sin recuerdos
por ahí fue el dolor
la tristeza de la ausencia de la Mabel
que se fue para siempre
y anda con su sombra por el patio me cuentan
como si se hubiera jugado el presente
y perdido a un solo cara o seca
desde entonces cada día es cada día
se le confunden los vivos con los muertos
a mí me da cosa ir a verlo así al Antonio
que era un país de historias y cosas vividas
y no se si no es una bendición esa
mira yo juntando recuerdos ¿para qué?.
Poemas: Daniel Omar Martinez – Katrú – Memoria del Manzano (Inédito)
Algo más:
Mi prima Mabel vino a este mundo
como cualquier hijo de vecino
amó fue amada tuvo hijos
alguien diría que eso alcanza
tuvimos en común el aroma a menta
de la siesta
la sombra de los álamos
el sol del verano
bañándose en el río
en una chacra llena de primos y cerezas
con ese paisaje ella
pintaba los cuadros más hermosos
mezclando los manzanos florecidos
de su infancia (que era la mía)
con un cielo de un color
que no cabría en ninguna bandera
porque en sus cuadros
no existían esas cosas
que a veces separan a los seres
no existía la muerte tampoco
que llegó dolorosamente tan temprano
haz lo que te plazca y paga por ello
decía mi prima Mabel
y a mi me gustaba esa frase
que por lo visto a veces no tiene su eficacia
porque ella no merecía irse cuando aún
había tanto tiempo para amarla
yo no creo en el cielo y su justicia divina
que venden las iglesias de turno
creo en los pájaros de los manzanos florecidos
que pintaba mi prima Mabel
esos que siempre volarán en el cielo de mi infancia
Katru
Daniel Martinez: En que andás?