Un vestido y un amor
En el Museo Municipal de la ciudad podemos encontrar muchos objetos de todo tipo. Cada objeto tiene su historia y un valor sentimental que fue depositado por quienes fueron sus dueños. Cada objeto remite a situaciones y revive sentimientos del momento en el que fueron utilizados. Esta es la historia de un vestido (pero no de cualquier vestido) que pertenece a Vilma Cafarell.
Por Leonardo Stickel para Allen... mi ciudad 2009
Vilma Cafarell y Héctor García Villanova se casaron el 29 de abril de 1960 en la Capilla Santa Catalina. Como es costumbre Vilma usó un vestido blanco radiante, con detalles florales en el tramado de la tela, que su propio marido eligió. “Cuando ya teníamos fecha para casarnos apareció Héctor, que había ido a Neuquén, con la tela para el vestido. Apenas la vi me encantó. Siempre pensé que era raro que un hombre haya tenido tan buen gusto para una tela para vestido, y más en esa época donde los hombres no se fijaban en esas cosas. Pero Héctor tuvo muy buen gusto”, recuerda sonriendo Vilma.
La confección del vestido estuvo a cargo de una modista que en ese momento vivía en la ciudad, y se dedicaba a la costura de vestido para casamientos, bautismos y primeras comuniones. “La mujer se llamaba Argentina, vivía donde ahora esta la librería El Valle. Antes ahí funcionaba una peluquería donde vivía esta mujer junto con su marido que era peluquero. Me mostró varios diseños y en un par de semanas ya lo tenía listo. Era una modista finísima, con muy buena mano, el vestido me quedaba pintado”, cuenta Vilma.
Casarse en los años 60 no es lo mismo que casarse ahora, los preparativos eran diferentes y las fiestas eran diferentes y en ese momento las parejas no vivían juntos hasta el momento de la boda. “Eran otros tiempos cuando yo me casé. Héctor y yo no vivíamos juntos ni nada, y eso que ya éramos grandes, teníamos 30 años más o menos. Era otra forma de vida, de un día para el otro pasabas a ser “la mujer de”. Y la fiesta fue hermosa, la hicimos en un terreno al lado de mi casa. Pusimos una carpa, que en ese momento se acostumbraba mucho. Había más de cian personas invitadas, fue muy lindo”, sonríe Vilma.
Toda historia de amor tiene un comienzo y esta no fue la excepción. Vilma y Héctor se conocieron de una manera muy particular, ya que el intermediario entre ellos fue el propio padre de la novia. “Al costado de la Municipalidad antes funcionaba una feria donde trabajaba mi papá y Héctor trabajaba en el Cine Municipal. Ahí se conocieron y se hicieron buenos compañeros. Ahí lo conocí, cuando iba a ver a mi papá el siempre aparecía” recuerda Vilma mientras ríe.
Un objeto nos puede transportar a los lugares más impensados. Con un simple aroma puede llevarnos años atrás en el tiempo y revivir momentos y situaciones que añoramos. Un simple vestido puede hacer volver una catarata de recuerdos que parecían desaparecidos pero que en verdad solo estaban dormidos, historias que al repasarlas traen al presente a los seres más queridos, aunque sea por un rato. Historias como las de Vilma y la de Héctor, un vestido y un amor.