Aquellos cumpleaños
Una tradición milenaria: festejar el cumpleaños... veamos de donde viene y algo más.
No había casitas de fiesta
ni todo ese primer mundo berreta
venían los pibes a tu casa engominados para la foto
con regalos y dispuestos a ensuciarse
y se revolcaban con tu perro atorrante
y te mandaban al carajo como siempre
porque en el barrio
la misma vereda donde nos cagábamos a trompadas
servía también para el festejo
después posábamos para la foto con gorros ridículos
y risas y cuernos y churros
y tortas y parientes y papel picado
y los labios con gusto a chocolate
que se hacía en ollas gigantes
y soplábamos velas que se apagaban de una sola vez
todavía me acuerdo de esos cumples
cada vez que mi mujer me dice
que tengo que llevar a los pibes a la casita de fiestas
que queda en el culo del mundo
y llueve y el auto de mierda en el taller
Daniel Martínez – Katru – Memoria del Manzano (Inédito).
Mi abuela Bárbara decía, en su cumpleaños cuando soplaba las velitas: "Por una año más". Tal vez ella tenía esa idea de que lo importante era esperar solo un año más pues provenía de una familia inmigrante que apenas podía pensar en un futuro no más amplio que 365 días más...
Dicen que la tradición de festejar el cumpleaños es muy antigua y que tanto hacer regalos como festejarlo con velas prendidas es una costumbre que servía para proteger a los demonios guardianes de las personas. Era un agradecimiento y una forma de garantizar seguridad durante un año.
La celebración cumpleañera es una práctica pagana relacionada con la astrología pues fueron los astrólogos los que calcularon fechas de nacimientos de reyes, gobernantes y sucesores. Eran los ricos a quienes se le hacían horóscopos pues se creía que lo que ellos les pasara determinaba la vida de sus súbditos.
La fiesta de cumpleaños del faraón egipcio, de los hombres ricos de Grecia o de los emperadores romanos era todo un acontecimiento y lo festejaban con toda la sociedad. Los romanos festejaban con circos y combates de gladiadores.
La torta y las velitas comenzó con los griegos; se le hacían tortas a los dioses y el fuego era un tributo al celebrado. La idea era que le traía suerte tal vez de allí, esto de pedir deseos antes de soplarlas.
Con el cristianismo la tradición cesó pues era pagana y se festejaba el día de la muerte y no el nacimiento de los santos o de los ricos.
Tiempo después la Iglesia determino la fecha de nacimiento de Cristo y marcó el comienzo de la Navidad... con esto el mundo occidental recupero la tradición de festejar el cumpleaños.
Hoy festejar el cumpleaños es un clásico y lo fue casi siempre, en especial, el cumple de niños. Esos cumpleaños son recordados con mucho cariño por el cumpleañero y sus invitados. Los cumpleaños de 15 son los que mas anécdotas tienen y casi siempre hay alguna que recordar.
"Cumpleaños de 15, creo que de Leslie Gurtubay, en su casa. Estábamos toda la banda en ‘La Perla’ y nos enteramos de la fiesta y allá vamos, por supuesto, ninguno invitado, pero ¿cómo no nos van a dejar entrar, si somos nosotros? Llegamos y en la puerta estaba el padre, con cara de pocos amigos. ¿Chicos Uds. están invitados? Afuera, no entramos. Pero se nos ocurrió una idea (tal vez pensando, nosotros no, ellos tampoco) ¡Nos robamos los tapones de la luz y salimos corriendo!.
Cumple 15 de Silvana Sitzerman, fiesta en el Hotel del Comahue, toda una paquetería. Los pibes invitados fuimos en un Ko Ko impecable, alquilado a tal efecto. Todo se desarrollaba normalmente hasta que apareció ¡una chopera! Carloncho (Genga) brindaba y tiraba cada vaso de vidrio por la ventana y caía a la calle! La vuelta fue en el mismo colectivo...sólo que ahora, el piso era un sólo vomito" (José "Punchi" Zenker).
Los amigos suelen contar repetitivamente la historia de aquel cumpleaños. Patricia cumplía sus 15 años y todos los compañeros fueron invitados. Llegaron aquella tarde y se encontraron con una mesa servida con tortas y cosas ricas y tazas. Tal vez se miraron, incrédulos, pensando, pero no dijeron nada. Se sentaron, como en los viejos tiempos, alrededor de la mesa y esperaron, entre charlas y bromas. En un momento entró la mamá y comenzó a servir un humeante chocolate en cada taza, las caras se transformaron, pero se quedaron allí, como si nada. En algún momento, tal vez por decisión del más pícaro, se levantaron de sus lugares y comenzaron a agruparse y charlar, tal como lo hacían en las tertulias o en algún boliche, a los que algunos ya habían empezado a ir. Disimuladamente, de a uno y taza en mano, fueron vertiendo el chocolate en las macetas que adornaban la casa. Y así quedó para el recuerdo, aquella historia que cuentan y repiten, hoy ya cincuentones, los amigos, que se sentían lo suficientemente grandes como para no tomar chocolate a esa altura de sus vidas
Recordás alguna?.
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y yo me acuerdo de todos ellos ,eran màs chicos en edad que yo, pero eran de mi pueblo, hay una magia en el aire cuando es del mismo pueblo, los veo y me acuerdo muy bièn de ellos.