El tedio de lo exacto. Por Rabino.
En Allen hubo muchas bandas. Todas y cada una han sido amparadas por un grupo de iguales, de antecedentes, de corrientes, de héroes, y de villanos, que hizo más fácil el camino hacia la profanación de algunas tumbas, la afinación de la guitarra, hacia la compra de la remera correcta.
Salvo festejadas excepciones que no tenían batea, el resto tomó “los caminos sinuosos” que delimitan las líneas marcadas por la brocha de alguien, que a veces era distinto, a veces era grande, a veces eran muchos, a veces no era nadie. Pero desde hace un buen tiempo se ha planteado el lugar de la banda de covers. Que es lo mismo que decir una banda que hace temas de: otro. Otro famoso. Las bandas empezaban así. Unos muchachos se juntan a tocar temitas de alguien en una casa. Pero al tiempo, uno traía una letra, el otro ponía una música. Y así empezaban los noveles compositores a transitar la ruta de la banda de rock que hace sus temas, y que cambia de lugar los nombres de las bandas de las cuales hacía canciones, no para nombrarlas como autoras de su repertorio, sino como “influencias”. Sin embargo, este evento toma muchas formas. Algunas insospechadas. Existen bandas tributo, que hacen todos temas de otra banda y emulan algunos ropajes, algunos gestos. El gritito, la presentación de un tema en vivo. Se copia exactamente. Y uno podía escuchar a “Eddie”, la primer banda tributo de Allen, hacer temas de Iron Maiden. Veinticinco temas de Iron Maiden. Y uno de Rata Blanca. Luego aparecen también las bandas tributo encubiertas. Que son bandas cuyos temas se parecen a los de aquella banda famosa. E incluso se hace algún cover de aquella banda. Pero se va más allá, y en un estratagema de compleja ventaja, los músicos de la banda se van apropiando del sonido, y también de la personalidad arriba del escenario… y abajo. Entonces se apropian las influencias, y éstas ya no son de Pappo. Sino de BB King. No son de Divididos. Sino de Hendrix. No son de La Renga, sino de Credence. Lo más grande que vi en vivo con referencia a bandas que entran en el segundo tipo, fue una banda que se llamaba “El viejo de la Bolsa”. Estaba afuera del centro cultural de Cipolletti, y pensé que adentro estaba La Renga probando sonido. Cuando entré vi que eran tres… chicos. Tres nenitos. De cuánto… 14 años? El cantante tocaba el bajo y era Pantriste. Era Pantriste! Flaquito. Desabrigado. Y se acercaba al micrófono y era el Coco Basile, Mostaza Merlo, y Pancho Ibáñez con angina tabacal, recién levantados, después de dormir en bolas en la plaza San Martín. Era Chizzo. El guitarrista con una SG roja. Los grititos. Era La Renga. Increíble. En Allen hubo otra banda que hacía covers. Todas hacen covers, y la mayoría hace todos covers. Pero esta entra en un sector diferente porque nunca aspiraron a otra cosa. (Y además nunca aspiraron, lo que los pone en un lugar prácticamente único en la escena local). Rapsodia era la banda de covers de Allen. Tocaban en Aranjuez. No recuerdo que hayan tocado en otro lado. O sea que para verlos había que vestirse más o menos bien. Y tomar cerveza tibia. No sé si los tipos eran visionarios o cómodos. Pero apostaron a eso. Y la verdad es que les fue bien. Porque había amantes y detractores, pero es inevitable observar algunos rasgos distintivos. Eran prolijos como la carta de una novia de séptimo grado. Ordenados como una secretaria privada. Responsables como una enfermera. (m?) (!). No, no eran gays. Eran una banda de covers. De covers de los ochentas. Hacían temas de Queen, de U2, de Credence, de Maná, de Lenny. El Taqui, vecino de por acá, hacía sonar las cuerdas de su voz. Un cantante agradable como los shows de Rapsodia. Llegaba a todos lados. Acaso el alma de la banda. Acaso el único que con cada canción, te miraba a los ojos y te decía en secreto que él confiaba en que estaban para más. Que él quería hacer canciones. Que él es músico. Y que estaba sólo. El resto un relojito. Gabo en bajo. Marcelo en batería. Pablo en guitarra. Algo transmitían. Tedio. Era todo tan prolijo. Todo tan parecido a los discos, pero sin ser igual… Y no es moco de pavo tocar nota por nota un solo de Brian May, por eso sabemos que son capaces de mucho más. En definitiva se la bancaron, resistieron su posición y se adueñaron de muchos espacios. A saber. Si vas a salir con una chica, y esta tiene tachas en su pulsera, o una lengua de los rolling en la parte frontal de su ropa interior, si es que ya viste su ropa interior… y si ya la viste, vas a salir con ella?, te vas a bañar para ir a la casa?... no es buena candidata para aquella esquina de todas maneras. Ahora si es una chica “bien”. Si la vas a buscar y baja la escalera mientras la esperás con ese cuaderno que le pediste prestado para copiar los apuntes del día que faltaste (acordate, el día que te quedaste dormido porque te fuiste a jugar al Winning Eleven hasta las siete de la mañana sin parar hasta que dijiste, y tenés razón, soy un pelotudo). En realidad no copiaste un choto. Porque ya sabés que te la llevás, pero no le decís nada. Porque estás enamorado. La esperás y baja. Y es un ángel. Es un ángel que no va a colegios ni facultades privadas, pero la soñás de colegiala. Baja y no usa perfume berreta, así que nota mental, Blues hasta las siete de la mañana en el pool of da king no es buena opción para ella. Baja y tiene vestidito. Vestidito. Tan indefenso. Es un color rosado, pero sufrido. Tratás de ocultar los colmillos. Y te das cuenta de que no vas a ir a la vuelta de obligado a escuchar metal cervezal. Te lo digo yo: Rapsodia. Rapsodia no toca más, y a pesar de todo lo que uno escribe arriba, cuánto le debemos. Vuelvan por toda esa gente. Vuelvan por favor. Rapsodia es chomba y pullover. A ver a Rapsodia vas en auto. Y vas con ella. La tipa usa brackets. Estás enamorado. El padre conoce a tu padre. Y sabe que no sos ni la mitad de tipo. Pero te esforzás igual. Y la llevás. Y escuchás Maná. Y Credence. Y Queen. Escuchás temas cancheros. Medios carolos todos. Pero no sufrís. Ninguno se va a sacar la remera. No se va a armar pogo. Nadie se va a fumar un porro. Todo luce bien… Ojo, la tipa en el fondo, al principio puede pensar que sos medio raro. Porque ella escucha música. Y no porque esté buena es tan boluda. Y sospecha. Sospecha si el resto de la vida con vos va a ser como ese recital de Rapsodia. Todo ordenadito. Las medias por color. Los compacts en orden alfabético. Los miércoles comemos pollo. Los domingos en casa de mamá. Los sábados alquilamos algún documental. Pero el viernes sí, ah sí, el viernes la joda. Los viernes jugamos al Burako con otro matrinomio rapsódico. Pará. Puede que la tipa se de cuenta de que tenés estilo. Y de que te gusta el rock, pero que hacés un esfuerzo por ella y buscás algo que les guste a los dos. Y la llevas contento y hablas del último capítulo de Dr. House y se cargan con personajes de la serie. “Dale decí que te gusta!” “Ay no! No me gusta!”. Te subís al auto y mientras ponés Puente de Gustavo Ceratti la besas y le prometés amor eterno. Todo eso pasa a veces cuando toca Rapsodia. Y a veces no pasa mi viejo. Pero ojala que vuelvan estos pibes. Que vuelvan y que lo hagan como quieran. Que le pongan música a nuestros nervios. Que pinten de rosado todos los vestidos. Que hagan brillar todos los ojos. O que vuelvan y nos muestren quiénes son, y que hagan sus temas. Que le pongan su sello. Sus letras. Sus melodías. Sus solos. De algo están hechos estos tipos. Para entonces, nosotros habremos aprendido y buscaremos alguien que no baje, y nos espere arriba, de jeans y remera. Porque nos asombra e inspira su sola presencia. Que no le importe a donde vamos, porque sabe que iremos juntos. Y que sepa que a donde vayamos, habrá estrellas. Y habrá música. Buena vida.