El Dr. Kantor

Entrevista a Isidoro Kantor de 2008 para el Libro del Centenario: Allen 1910 - 2010.

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El Dr. Isidoro Kantor nació en 1935, su papá Isaías trabajaba en una fábrica, al igual que su mamá, Luisa, quien se empleó por un tiempo en la industria de tapados de piel. También tiene un hermano, Roberto, que es 5 años menor que él.

“Yo soy porteño, nacido en Bs. As.”, explica el Dr., “vine aquí hace 42 años y a los 6 meses conocí a Pupe y me enganché. Ahí estamos, funcionando todavía. Había un periodista, un pelirrojo de un diario local que sacó una nota en el diario que dice que ‘quien prueba el agua del Río Negro no quiere probar otra agua, y no se va más’. A mí me paso así”. Todavía recuerda la fecha exacta en que llegó a Allen, el 15 de abril de 1965, y atesora en su corazón la excelente bienvenida que le dieron. Julio Llerno, un vecino de la ciudad dueño de la tienda “La Ideal”, lo recibió en su casa sin conocerlo.

“Algo para destacar, me abrió la puerta de su casa sin conocerme”, cuenta Kantor, “Yo le dije ‘señor… usted a mí no me conoce…’, ‘Nooo’, me dijo él, ‘Yo ya lo conozco. Porque si usted dejó a su familia, a sus amigos y vino a trabajar, usted es una persona honrada, decente. Venga, deje el Hotel en Roca y venga a mi casa’. Cosa que me sorprendió y me dejó mudo. Me ayudó a alquilar una casa, al lado de la despensa de Álvarez, en la calle Don Bosco, ya no existe”. Y no fue sólo él: “la señora de Reynes, Kela Da Prato, la señora de Álvarez, de la despensa… todas fueron mis mamás postizas, porque como yo estaba solo… venían todas las noches y me traían la comida caliente que ellas hacían. Rima de Manzur, la administradora en el hospital, Armando Resa, doña Resa, la partera, todos fueron padres postizos míos”.

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Mural de la "Galería a Cielo Abierto": proyecto de Chelo Candia y Proyecto Allen (asesoramiento histórico). Artistas: Chelo Candia y María Langa. Asistente: Leo Stickel

Hasta en el banco le abrieron las puertas a Kantor en Allen. “Recuerdo que cuando yo llegué”, dice, “no tenia nada ni a nadie. Entonces quise abrir una cuenta porque tenía que pedir un crédito para comprar un autito y hacerme la casita”. Para eso necesitaba documentos de terceros, pero en seguida pensó “¿quién me va a firmar?”. “Fui al Banco Italia. Estaba Vega, Tenca, Jara Godoy que me dicen ‘Precisamos 2 clientes del banco’”, cuenta Isidoro, “Vino entonces Gregorio Díaz, dentista, otra persona y me firmaron... y así me abrieron una cuenta corriente. Pero yo quería un préstamo. Así que, este otro señor, que apenas conocía, Julio Sherman ¡¡me firmó un documento en blanco!!”, exclama sorprendido aún hoy por la generosidad de las personas que lo ayudaron tanto sin conocerlo.

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Despedida de soltero a Kantor (Foto: Gurtubay)

Es que el Isidoro necesitaba ayuda pues alejarse de todo nunca es fácil. “Lloré muchas noches cuando llegué”, relata, “venía de Bs. As. donde tenía una vida social sumamente intensa, al venir aquí estaba solo y en cancha ajena. Tenía que remar y hacerme un espacio. Tuve buena acogida, los pacientes conmigo se portaron de 10”. Recordar esto lo lleva a reflexionar sobre su presente, porque aún sigue trabajando mucho y dice que está analizando si dejar o no: “por un lado debería dejar, voy a cumplir 72 años. Uno tiene que ser inteligente y comprender que hay una etapa que uno debe hacer un paso al costado. Pero los pacientes me dicen ‘Isidoro… no se te ocurra irte… anda a ver a tus hijos, a tus nietos… no hay drama que te vayas todos los meses a Bs As… pero no se te ocurra irte de Allen’”.

Cuando Kantor nombra a “Pupe” habla de Matilde, su esposa. La conoció en la casa de una familia amiga, mientras tomaban café y comían castañas. Aquel día se pelearon, “porque yo era un porteño engrupido” dice él. Pero se gustaron, así que se volvieron a encontrar. Tuvieron un noviazgo corto, se casaron y tuvieron 3 hijos, “uno por año”, dice él, se llaman Carlos, Gustavo y Eduardo. “Los tres están casados y viven en Buenos Aires. Después ya compramos un televisor, porque sino todos los años iba venir uno” acota riendo. Él mismo atendió el parto de sus tres varones.

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“Yo creo haber sido un atorrante en mi época de juventud, con sinceridad” dice honestamente Isidoro, “Pero un atorrante bueno. Tuve varias novias como todo muchacho, fui travieso como todo muchacho. Pero vos un día conoces a alguien, en el caso del hombre vos decís: esta es la mujer con la que yo quiero vivir. No es hacer la experiencia en el casamiento, la experiencia se hace antes. Viví bien, viví intensamente antes, después que te casas y fundas una familia, bueno, hacela a full, dedicate a pleno, generala con verdadero amor, con ahínco, con transparencia y con honestidad. Por lo menos, esas son mis pautas”.

Volviendo a su trabajo, el Dr. Kantor hace clínica médica y pediátrica. “He atendido cantidades de partos”, cuenta, “Después me nombraron jefe de Pediatría en el Hospital con Pancha Bazaúl, con quien trabajé 22 años, ella era la Caba y a las 6:30 de la mañana ya estaba en el Hospital pasando el lampazo. Llegamos a tener mañanas donde atendíamos a 50 o 60 pibes pero era casi una rutina. Hubo una mañana en que tuvimos que atender 73 pibes, casi un record. Había una monja en el hospital llamada Alicia que me ayudaba a desvestir los chicos, yo los atendía, los medicaba y Amanda los vestía”. “¡Era una sobrecarga terrible!”, exclama Isidoro, “después tenía que venir a atender a mi casa… Era un trabajo terrible. Hoy igual sigo atendiendo entre 30 y 40 pacientes diarios… pero bueno, yo soy feliz con mi trabajo”.

Kantor explica que en aquel momento era todo más difícil por la falta de comunicación y de insumos. “Incluso me he peleado con los Ministros”, cuenta haciendo referencia a una vez que uno le preguntó qué se necesitaba. “Guía, suero y antibióticos”, fue la respuesta. “Ah, en Viedma tenemos mucho”, dijo el Ministro y Kantor en seguida le contestó: “No me importa lo que tenga en Viedma, yo lo quiero en Allen. Yo lo quiero en Allen ¿Ud. Me entendió?, porque parecía que me estaba tomando el pelo. ‘Quédese tranquilo’ me dijo… nunca me mandó nada, me mintió como mienten siempre”, concluye amargamen Pediatria

Esta foto fue la base para el mural realizado. Foto: Libro Histórico Escuela 222

Un tema de continúa preocupación en sus primeros años como médico en Allen eran la cantidad de creencias y medicinas caseras o tradicionales, contra las que había que luchar. “Juntábamos a las mamás y les dábamos charlas para que no le dieran yuyos para la diarrea a los bebes. Porque venía doña Pepa o doña fulana y les daba el yuyito este o el yuyito aquel y el niño, más diarrea… o sino, tenía fiebre y lo abrigaban más, cuando es a la inversa. El niño venía con 40 de temperatura y con 4 frazadas encima. Te llegaba un chico deshidratado, piel y huesos. Pero bueno, había mucho empuje, mucha juventud y muchas ganas de trabajar. Un problema era que tenía que trabajar solo. Me ayudaban sólo las enfermeras pues los médicos éramos poquitos. Hoy hay 40 médicos, pero en esa época si habría 10 era mucho”, compara Isidoro. Lo ayudaba Rodolfo Suero y recuerda que una noche atendiendo a un paciente se quedaron sin sangre a las 3 de la madrugada. Suero preguntó “¿qué tipo de sangre tiene el chico?” y luego de comprobar que era el mismo que el suyo, donó la sangre que se necesitaba.

También “estaban el Dr. Eidilsten, el Dr. García Bonino, excelentes profesionales que siempre estaban cerca si necesitaba algo. Que a su vez me consultaban a mí, porque como era joven siempre traía algunas cosas nuevas, adelantos de ese momento”. El Dr. Kantor recuerda con mucho afecto a todos aquellos con quienes trabajó.

“Allen fue muy solidario conmigo”, dice con cariño, “aún cuando hubo la invasión de los médicos full time durante el gobierno de Franco, pude trabajar con normalidad”. En ese momento, “nombraron políticamente Jefe de Pediatría al Dr. Carbonell”, continúa, “Y él, en una demostración de grandeza y honor, me dice ‘Isidoro, si bien me nombraron a mí jefe, vos seguís siendo el Jefe de Pediatría, así que vos seguí tu ritmo.”

Recordando aquellos tiempos, Isidoro señala: “mi casa era un lugar donde todos los niños de la cuadra venían a tomar la merienda. Se juntaban 10 o 15 pibes. Era la época en la que la casa era de puertas abiertas. El garage estaba abierto siempre”. “Somos una familia tranquila” dice y cuenta que cuando se estresa escucha tango o la radio, toma mate o lee. Pero lo que más tranquilidad le da son sus plantas: “son mi cable a tierra. Estuve unos doce años como chacarero y amaba la chacra porque vengo de padres agricultores y amo las plantas”.

“Allen te permite vivir bien, si haces el trabajo con dignidad”, dice Kantor, “Allen me dio mi fuente laboral, me permitió darle educación a mis hijos, mantener a mi madre desde que murió mi papá hace más de 30 años, pudimos vivir nosotros con respeto y dignidad”. “Yo voy por la calle caminando y me encuentro con gente que me para y me saluda. Estimo que he atendido a medio Allen”, señala con mucho afecto por esta ciudad a la que llegó solo, pero que hoy lo rodea de amigos, conocidos, pacientes y de una combinación de los tres. “Y vos sabes que hubo pacientes que esperaron 15 días hasta que volviese a atender para traerme los análisis que les había pedido. Eso me llena de una cosa dulce”, agrega con una sonrisa.

Sobre su profesión dice que para poder trabajar bien hay que saber de todo, por eso estudió medicina alternativa: la tradicional china (tiene tres diplomas de acupuntura), la Alopática, la Homeopática. “Hay muchas medicinas alternativas buenas. Pero hay que usarlas con honestidad, transparencia y respeto por el paciente. El paciente es más que una orden de consulta. Es un ser humano”, afirma sabiamente el Dr. Kantor. “No te quepa duda que la mitad de los pacientes son psicosomáticos porque el stress de la vida cotidiana te acompaña como la sombra a tu cuerpo. Vos te levantas a la mañana y te preguntas cuál va a ser el problema de hoy” agrega y cuenta que ha tenido casos de niños que presentan síntomas por el stress.

“Pero bueno, es la sociedad que tenemos”, dice Kantor con un poco de resignación, “Que sea competitiva no me importa. Lo que me duele es que se autodestruya con paco y tantas demás drogas nocivas. Y no se hace nada, seamos honestos”. “Todos queremos un mundo mejor, pero yo se que no va a ser mejor, el mundo que les espera a mis hijos y a mis nietos es complicado. Nosotros tuvimos un mundo complejo, pero estimo que el mundo que vive hoy la juventud es mucho mas complejo”, reflexiona el Dr. Pero él continúa trabajando en su consultorio, haciendo todo lo que puede para ayudar, especialmente a los más jóvenes y siempre tiene una sonrisa, una palabra amable o un gajito de alguna plantita para compartir con quien esté abierto a recibirlas.

Libro del Centenario: Allen 1910 - 2010

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Algo más:

Isidoro Kantor: el “doctor del pueblo” le dijo adiós a la medicina en Allen

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