CLUB ALTO VALLE
El Club Alto Valle se fundó el 8 de abril de 1927, gracias a la iniciativa de un grupo de jóvenes entusiastas del Barrio Norte de Allen. En sus inicios la sede social servía de punto de encuentro para actividades sociales y culturales. Más adelante se consolidó el fútbol como disciplina deportiva principal.
Su primer presidente e impulsor fue José Fernández Peréz, quien junto a un grupo de entusiastas fue dando mayor impulso a la institución. En 1943 se invitó a una reunión a través de volantes y así se realizó la Asamblea que reorganizó al club. Se conformó la comisión directiva y junto a Pérez estaban: José Montenegro en la vicepresidencia, Alfredo Camilo Reynes (Secretario), Apolonio Esparza (Prosecretario), Antonio Reynes (Tesorero), José Pastor (Protesoreros) y Alberto Ledesma, Francisco Scagliotti, Mario Gasparini y Miguel Fernández Vega, como Vocales Suplentes Ramón Hernández, Antolín Asencio y Cristóbal Venegas como Vocales.. Otros colaboradores de la institución a través de los años fueron Pedro Beltrán, Antonio Alonso hijo, Ernesto Allende, Camilo Molina, Alfonso Alcazar, Juan Gasparini, Nolasco Díaz, Ricardo Cortés, Pedro Nuñez, Alejandro Baquer, José Vilá, entre otros. De esta manera, ya organizado el club, sus instalaciones se fueron ampliando para ofrecer otras actividades deportivas y realizar reuniones sociales. Entre las décadas del ‘40 al ‘80 fueron tradición los bailes populares que con singular éxito se realizaban en el club. Las dos canchas techadas de bochas, una de ellas con piso sintético, fueron un espacio de entretenimiento para los pobladores del barrio Norte.
El fútbol comenzó a desarrollarse en los años ‘40 y contaba con equipos de Primera y Segunda División e Inferiores. En 1950, en Primera jugaban Raúl Maguna, Antonio “Turco” Baquer, José “Gordo” Canale, Pedro “Perico” Marticorena, Dubaldino “Lalo” Martínez, Pablo “Tucan” Canale, “Zorro” Aránguez, Alberto “Tito” Leal, Antonio “Bachiche” Castro, Pedro “Tito” Contreras y Pedro “Zurdo” Pereira. A nivel deportivo, sus mayores logros fueron coronarse campeones del torneo apertura ‘93 y campeones de la liga confluencia en 1995. El Club Alto Valle logró su primer título en 1958, cuando la tercera división del Club salió Campeón de la Liga Confluencia. Una característica del Club fueron los sobrenombres de los jugadores, algo, en realidad propio del barrio y que atravesó las épocas llegando incluso hasta nuestros días. Allí estaban entonces, Agustín “Mano Cruel” Side, Enrique “Tokio” Colipán, Carlos “Picardía” Monteavaro, “Zapallito” Medina, Nelsón “Muñeco de Barro” Ávila, José “Ojito” Díaz, Leopoldo “Palomo” Parra, Alcides “Chiyudo” Castro, Leopoldo “La Muerte” Garrido y muchos otros. Según recuerda Ignacio Tort (2002) por aquellos tiempos, un jugador de Alto Valle demostró su pasión por el fútbol y la camiseta en un partido de domingo. Se trataba de Eduardo Larroquet, quien vivía en Guerrico y se venía en bicicleta hasta el pueblo para entrenar y jugar. Pero un domingo llegó sobre la hora de salida y el camión que los llevaba a Barda del Medio para el encuentro se fue sin él. El equipo se resignó a jugar sin él pero grande fue la sorpresa cuando la Primera estaba a punto de ingresar a la cancha y vieron llegar a Larroquet en su bicicleta, justo a tiempo para jugar.
Mitos y Leyendas
Tangaroas por Marta Inés Tenebérculo.
El recuerdo puede anclarse en esa tarde de la primavera del ’61 cuando anuncié en la escuela que por fin nos mudaríamos a la primera –y única- casa propia que mi padre pudo construir con su esfuerzo de hombre trabajador. Uno de mis compañeros, con esa traidora naturalidad que es propia de una edad en la que todo es disculpable, sentenció: -Entonces ahora sos tangaroa. Todos los que viven al otro lado del canal son indios, son tangaroas. Tangaroas ¿De dónde había salido esa etnia que no aparecía en el gris manual Estrada, fuente inequívoca del conocimiento escolar de la época? Indios hay en todas partes- dijo mi madre- y lo de los tangaroas es un invento. Claro que más tarde comprendería que para una rusa grandota como era ella el ser considerado indio no tenía mayores implicancias porque quién la llamaría india, viviera donde viviese. Con el paso de los años algunos datos fueron enriqueciendo la leyenda de los tangaroas: un silbido particular les permitía comunicarse ya sea para reunirse o para avisar la presencia de la policía –el barrio siempre fue estigmatizado con el tema de la delincuencia-, hubo esquinas que funcionaron por años como lugares de encuentro, el amor por el club Alto Valle les permitió reivindicar el orgullo, la dignidad menoscabada por la otra parte del pueblo, la de este lado del canal. Es curioso, pero cuando se me ocurrió escarbar en la memoria de viejos habitantes del Barrio Norte, muy pocos recordaron quién fue el que los llamó así. Los más memoriosos me hablaron de Cudemo, el ocurrente speaker de la propaladora que alegraba las tardes pueblerinas, conducía los actos públicos y oficiaba de animador en los bailes del club Alto Valle. Cudemo, que también vivía “al otro lado”, le puso nombre a la discriminación, si eran indios no serían mapuches ni tehuelches, serían “tangaroas”. Recidivas de la sensación de frustración, de la bronca por años de arbitraria postergación, del comprensible resentimiento que anida en el corazón del que se siente injustamente marginado, se agolpan hoy en las gargantas de quienes al grito de ¡VAMOS TANGAROAS! alientan a los once que gambetean la posibilidad de tener su instante de gloria o guían el subrepticio aerosol de quienes estampan un ¡TANGA 100%! en algunos paredones del centro. Porque, en forma insconsciente, la identidad del tangaroa se configura en relación con aquello contra lo que se define.
expedicion tangaroa peruana del año 1965 parte un 26 de julio callao Peru y lega un 31 de octubre a la islanapuka polinesia francesa cetro del pasifico recorre las islas con la ayuda de la cguara timon pre incaico y finaliza en fakarava isla del grupo de las gambier al no poder pasar por el estrecho de la misma isla y llegar a tahiti capital de las islas esta en su costa 16° 22 sur de la capital rotohaba por el expedicionario Carlos CaravedoArca