Los Mazzina: una «casita de Tucumán» en el Barrio Norte.
Sabías que...esta casa está aún en pié? Esta frente al Club Alto Valle.
Antes de 1910, año de "fundación" de Allen, ya existían pobladores y construcciones en la zona Norte. Allí estaba ya, la "Casita de Tucumán" de Abel Mazzina, una de las pocas (o la única) de material del Barrio Norte en aquellos años. Aún está en pie y soporta estoicamente el paso del tiempo (Leonardo Stickel para el periódico "Allen... mi ciudad" 2009).
Abelina Mazzina tiene 79 años y desde 1945 vive en Barrio Norte en una de las primeras casas que allí se realizaron. Fue construida por su abuelo, Abel Mazzina, antes de 1910 y aún hoy se mantiene en pie. Sus ladrillos unidos con barro y sus rejas coloniales la transforman en una reliquia histórica que lentamente el tiempo va borrando del paisaje barrial ubicado al norte de la ciudad. Abelina recuerda como era el barrio en ese momento y como fue creciendo con el pasar de los años.
Las manos de Abelina dejan ver lo sacrificada que ha sido su vida. Trabaja desde que tiene memoria y todo lo que posee se lo ganó con el sudor de su frente. Vive en el Barrio Norte desde que tiene quince años y recuerda lo difíciles que eran esos tiempos en los que solo se trabajaba la temporada de la fruta y después había que “tirar” el resto del año con changas muy esporádicas. Los inviernos eran muy crudos y el trabajo escaseaba durante esa época del año.
Abelina Mazzina nació un 10 de enero de 1930 en un campo cerca de Río Colorado. Su padre, Abel Mazzina, fue el partero de ella y de ocho hermanos mas, tres varones y cinco mujeres. Él se dedicaba a la cría de animales para luego venderlos por toda la zona en un carro tirado a caballo, lo que permitía a la numerosa familia tener un buen pasar económico. A pesar de ello ninguno de los hermanos fue a la escuela, los hombres ayudaban a Abel en el campo y las mujeres realizaban trabajos domésticos.
Abelina tenía quince años cuando la rutina de la vida de campo que llevaba se vio interrumpida. Sus abuelos, Abel Mazzina y Ángela Conegueira, habían fallecido y toda la familia tenía que mudarse ya que su padre era el único heredero de la casa. Debido a las largas distancias y lo dificultosos que eran los viajes largos en esos tiempos Abelina no conocía a sus abuelos y no sabía donde quedaba el pueblo llamado Allen donde ellos vivían.
La casa a la que se mudó junto a su madre, Aurora Sepúlveda, y sus ocho hermanos, era casi la única casa que había en ese momento en el Barrio Norte de 1945. Solo se podían ver en el lugar las viviendas de José Fernández y de Panuchi y el conventillo de Videla con algunas habitaciones que eran alquiladas a los que venían a trabajar la temporada.
Por otro lado, el padre de Abelina seguía yendo y viniendo todo el tiempo del campo a la casa y de la casa al campo, y de esta manera seguir manteniendo a su familia. También traía leña que salía a vender, en un carro tirado a caballo, hasta llegar a Roca. Abelina recuerda esos tiempos como los mejores de su vida, “cuando mi papá viajaba al campo, para marcar y señalar los animales, un montón de gente de acá iba con nosotros, Panuchi, Herrera y el Juez Maza estaban siempre. Era todo una fiesta para ellos”.
Las imágenes van surgiendo unas tras otra. Abelina hace fácil imaginarse un Barrio Norte en plena gestación, con sus primeros habitantes haciendo sus casas en los tiempos libres, luego de largas jornadas laborales. Estaban también aquellos primeros comercios ubicados en el centro de Allen y que atravesarían la historia de la ciudad hasta llegar a la actualidad. “La única manera de llegar al centro era por el puente de la calle Avellaneda, no existía otra forma, después se hizo una pasarela colgante y después los otros puentes. Mi papá iba en Sulky al centro y se compraba toda la ropa en Tienda El Barrio o en la tienda El Buen Trato, eran los lugares que vendían las bombachas que le gustaban a él” recuerda Abelina.
Cuando su papá falleció la suerte de la familia de Abelina cambió para siempre. Su mamá no podía hacerse cargo del campo porque debía cuidar de sus hermanos menores y de la casa, por lo que sus tres hermanos hombres fueron quienes lo hicieron. “En menos de un año perdieron todo, se robaron todo, vendieron todo, no quedó nada” recuerda resignada y con bronca Abelina.
Con el pasar del tiempo se fueron construyendo viviendas y comercios. La calle Avellaneda fue la elegida por los comerciantes de la época para establecerse y desarrollar sus negocios. Pero fueron dos grandes construcciones las que quedaron grabadas en la memoria de Abelina. La primera fue el Club Alto Valle y la segunda La Escuela N°80. “La cancha de fútbol estaba cerrado con bolsas y con palos. Fue re lindo ver crecer el Club desde la nada a lo que es ahora, mi casa quedaba en frente asíque vi todo. Y la Escuela 80 lo mismo, fue la primera escuela para los que vivíamos de este lado del puente. Yo siempre iba a los bailes de carnaval que se hacían en el club, iba el barrio entero, la pasábamos hermoso”.
Abelina remarca una y otra vez que antes se vivía mejor “si bien no teníamos agua corriente, usábamos la de una acequia, vivíamos bien. Nosotros le cosechábamos las uvas y las cerezas a Fernández, se ganaba poca plata, pero no necesitábamos más que eso, no había mucho para hacer”.
El Barrio Norte poco a poco se fue poblando y los lugares que antes ocupaban la jarilla y los yuyos ahora eran ocupados por casas de los más diversos materiales. Algunas eran de chapa y otras de barro, algunas solo eran viviendas y en otras también funcionaban comercios. “Empezaron a llegar muchas familias, la de Don Mejico, Jaime y Don Gómez que puso una relojería y joyería” recuerda Abelina.
Cuando llega el año 1965 Abelina cambia la cara por completo, hay un recuerdo que la hace sonreír pero que en su momento fue una situación difícil de afrontar. “La inundación del 65 fue muy fea, no dejó nada en pie. Cayó una tormenta terrible en las bardas y se venía toda el agua con barro y se llevaba todo a su paso, casas enteras, chanchos, gallinas. Colchones, el agua traía lo que te imagines” recuerda Abelina con la mirada perdida, como si estuviera allí de nuevo. “Hasta la mitad de la casa llegaba el agua, por suerte fue de día y no nos agarró de noche, sino hubiera sido más grave todavía”
Hace quince años que Abelina ya no puede vivir más en la casa que construyeron sus abuelos hace casi cien años, porque corre riesgo de derrumbarse. Ahora vive a tan solo 50 metros de ahí, en una pequeña casa, siempre cuidando que nadie se meta a vivir en la ahora abandonada residencia Mazzina. “Es una lástima que se vaya a caer toda la casa, tiene casi los mismos años que Allen. En el barrio la conocen todos como “la casa de Tucumán”, le tienen cariño, se va a ver raro el terreno sin la casa” se resigna Abelina.
Los abuelos de Abelina vinieron antes de 1910 a Allen a forjar un futuro que en su Río Cuarto natal no podían. Construyeron una de las primeras casas de Barrio Norte con ladrillones de arcilla unidos con barro, con puertas y ventanas hechas en madera de pino trabajado a mano, pero por sobre todas las cosas hecha con mucho esfuerzo y dedicación. Sin querer construyeron algo que vería el crecimiento del barrio desde sus comienzos hasta su actualidad. Ocupando un lugar en el patrimonio histórico de la ciudad, pero por sobre todo ocupando un lugar en el corazón de una persona llamada Abelina Mazzina, quien hasta el día de hoy lucha contra la adversidad para mantenerla en pie.
Entrevista y texto: Leonardo Stickel.
Para ver más: Sabías que…Algo más...
UNA BUENA IDEA
Miguel Angel Vilá vive en el Barrio Norte desde que nació en 1955. Fue nacido criado en, según sus propias palabras, “el barrio más grande y más popular de Allen”.
Desde que se empezó a hablar de la fiesta del centenario de nuestra ciudad en el año 2005 Miguel Angel tuvo una inquietud. “Para mi sería como un sueño poder entrevistar a los más antiguos habitantes del barrio y plasmar de esta manera toda la historia del lugar, todo lo que tienen para contar tiene que quedar para toda la historia” reflexiona Vilá.
En esta sección veremos pasar a los protagonistas de estas historias, contadas por ellos mismos. Increíbles vivencias y diferentes puntos de vista de un barrio con casi un siglo de vivencias, recuerdos y anécdotas.