La gran inundación de 1965

Noviembre de 1965. Allen sufrió una inundación que afectó principalmente al barrio Norte, en especial, la zona noreste que quedó bajo agua. La corriente era tan grande que imposibilitaba cruzar las calles y el agua arrastró ramas, cables, caños de gas, alambrados y postes de alumbrado. La feroz correntada socavó la base del puente, se hicieron inmensos pozos y desaparecieron los márgenes del canal.

Varios testimonios son extraídos de la investigación "Construcción Social del Riesgo en la Ciudad de Allen. Percepción y Memoria de las Inundaciones". Trabajo realizado por alumnos y docentes del CEM 108 (ahora CET 14) que logro Primera Mensión en el VI Concurso Estudiantil “El Agua en la Región Camahue” organizado por la AIC (Autoridad Interjurisdiccional de las Cuencas de los ríos Limay, Neuquén y Negro).

En la foto vemos el puente de la calle Piñeiro Sorondo que fuera arrastrado más tarde por el agua.

Fué imposible hacer algo hasta que la zona se secara y el agua tardó mucho en retirarse. Los pobladores recuerdan que fue muy triste y que muchos perdieron todo lo que tenían. El agua en el interior de las casas superó holgadamente el metro de altura.

“cuando nos bajamos de la cama estaba todo lleno de agua habíamos plantado ajos y me acuerdo que había que sacarlos de abajo del barro, todo estaba cubierto de barro.”

(Isabel Amado para Investigación realizada por alumnos del Colegio CEM 108).

Juan Coziansky sacando agua de su casa.

El barrio Norte sufrió graves daños. Las plantaciones de viñedos y frutales quedaron tapadas por lodo. Fué una de las inundaciones mas terribles que sufrió el barrio pero no la única. Ya en los años 50 bajaban crecientes producidas por las tormentas de lluvia. Bajaban de la zona de las sierras provenientes del río Colorado. Los testimonios recuerdan que era en la noche cuando se escuchaba el ruido del avance de las aguas hacia el barrio.

“Venía agua, y era impresionante el ruido en la noche, era impresionante como pasaba, parecía un terremoto, viste, temblaba todo”. (Bonoff para Investigación op. cit.).

La creciente fué tan impresionante que la población del barrio Norte aún la recuerda como la peor inundación sufrida. Según el Diarío La Nación, del 9 de noviembre de ese año, la intensa precipitación estuvo "acompañada por abundante granizo" y la población quedó aislada. Debieron  ser evacuados por Bomberos Voluntarios con la ayuda de efectivos policiales y voluntarios que colabraban en las tareas de rescate. Esperaban que el canal principal no fuera desbordado "lo cual originaría graves perjuicios  a las chacras". Lamentablemente fue lo que ocurrió.

"Nosotros estábamos casi a la orilla, en barrio norte casi a la orilla, así que a nosotros nos azotaba primero que a todos…a la chacra de mi padre, tenía una quinta… arrastraba, no dejaba nada, solamente la casa en pie y los álamos, y después quedaba todo como si fuera un pleno desierto, con lodo, con arena con greda… había que hacer nuevamente la quinta (…) sacar la greda…había que hacerlo a caballo, con palas de buey se llamaba". (Bonoff para Investigación op. cit.).

Las obras de relleno de las calles se iniciaron en el año 1966.Voz Allense publicó que las obras de relleno de calles del sector Norte arruinadas por el aluvión comenzaron en ese año, ya que “la Colonia 17 de octubre sufrió graves daños” y las plantaciones de viñedos y frutales quedaron tapadas con un metro de lodo.

Por aquellos tiempos el intendente era Hugo Ramasco, él fue quien consiguió máquinas topadoras y máquinas viales para restaurar la zona. Sin embargo, el puente destruido estuvo casi dos años clausurado y la obra prometida quedó en suspenso, hasta que se construyó el puente actual.

Las fotografías que presentamos pertenecen a Gustavo Vega, un poblador de la localidad que por los años ‘60 tenía un aserradero en la zona norte, sobre la calle Piñeiro Sorondo, a dos cuadras del puente que la crecida arrasó. Veamos su narración:

"El puente destruido por la inundación era conocido como 'de la Maderera. En la foto´, el canal principal aparece desbordado y el puente, a la altura de la calle Piñeiro Sorondo quedó a nivel con el agua y con barro arenoso. Estaba todo bajo agua, con una correntada que imposibilitaba cruzar las calles. El barro llegaba a más de un metro, el agua socavaba la base del puente, al que terminó destruyendo”, cuenta Gustavo.

Apenas sucedida la crecida, Gustavo pasó a caballo hacia el aserradero que tenía en la parte norte. “Fue un acto de inconciencia pues había pozones, ramas y todo lo que traía el agua… hasta el alambrado que tenía en todo su perímetro el aserradero fue arrastrado en su totalidad hasta el puente” recuerda.

“El agua ya se había retirado, pero el barro hacía imposible el tránsito (…) en la foto vemos cómo quedó sin base, sólo se ve el hierro. El foso que se ve a lo lejos fue socavado por el agua que caía como una catarata. El agua tardó mucho en retirarse, por lo que no se podía hacer nada hasta que la zona se secara”.

“Este pozo se hizo por la presión del agua, estaba cerca del puente, frente a la maderera. Tenía gran profundidad. La imagen es de marzo de 1966”. También al fondo pueden apreciarse los galpones de la AFD.

Estibas de madera del aserradero de Gustavo, ya trabajadas, enterradas en el lodo.

"Mi cuñado, Emilo Coziansky, intentó recuperar material… pero se enterraba en el barro”

En la imagen se observan las máquinas, que habían sido desenterradas por un trabajador. Sin embargo, el estado en el que quedó el aserradero fue lamentable: “tablas, troncos y máquinas por el piso… con gran sacrificio pudimos ponerlo en condiciones para volver a trabajar”, relata su Gustavo

Testimonios:

Irma Sepúlveda (43 años):

“Venía mucha agua, el zanjón se llenaba. Me acuerdo de que una vez fuimos con mi papá al zanjón, yo era muy chica… y pasaba de todo en el agua, muebles, animales muertos. Ah! Y me acuerdo que un hombre se había caído adentro y lo arrastraba el agua pero iba flotando agarrado de una damajuana vacía… (dice entre risas)”. “Nunca me voy a olvidar el ruido del agua de la creciente - relata Elsa- porque era muy fuerte, venía como anunciando la inundación… lo primero que se escuchaba era el ruido. A mi casa nunca entró el agua, yo entonces vivía en lo de mi comadre María (y menciona una esquina del Bº Norte, Islas Malvinas y Llao Llao), llegó hasta la puerta y Alberto ponía bolsas de arena para que no entrara”.

Hijo de Bonoff:

"(...) me acuerdo que él entraba a las ocho de la noche y salía a las cuatro de la mañana, vino como a la una de la mañana y nosotros estábamos durmiendo y vino mi padre y dijo “¡levántense chicos, levántense que llega la creciente!”. Cuando fuimos a bajar de la cama estaba toda llena de agua la casa, había entrado agua a la casa, andaban las zapatillas, toda la ropa, todo nadando. Y esa tarde nosotros como a las cinco, las seis habíamos estado conversando con papá y el me decía “mira, viste ya terminamos de arreglar todo, otra vez, todo de vuelta, estaban los tomates altos, la cebolla, toda la verdura…” y vino él y dice “¡mirá que macana!”, dice, “¡otra vez!”, dice “¡levantó esto, lo otro!”….. Y él estaba en hora de servicio del ferrocarril, y entonces le dicen: 'mire don Bonoff, vaya a ver a los chicos que están solos', estaba mamá, y fue papá para allá y dice '¡mirá levántense que está todo inundado, vayan a ver los animales!'. Y se sentía en la noche, esa noche era muy feo porque en el barrio Norte había gente que tenía casas precarias y en la parte de atrás de la quinta que estaba donde pegaba el agua habían hecho todos barrios de emergencia, entonces me dice mi papá 'vamos a ver si sacamos los animales'. Fuimos a ver adonde llegaba la creciente y todo agua era, todo un río y las casas, la gente que lloraba, niños que lloraban, animales que veíamos pasar con la linterna, nosotros alumbrábamos y veíamos pasar gallinas, animales de toda especie, lavarropas, heladeras, ropa, todas esas cosas, animales pasaban muchísimos arrastrados por el agua (...) esa fue una de las peores crecientes que yo vi, las crecientes hicieron un desastre”.

Isabel Amado:

“cuando nos bajamos de la cama estaba todo lleno de agua…habíamos plantado ajos y me acuerdo que había que sacarlos de abajo del barro, todo estaba cubierto de barro".

 

Aserradero 1952, foto de mi nono Giuseppe Lamperti (Jessica Lamperti)

Puente Maciel 1952, primer aluvión que bajo de la sierra Foto J. Lamperti)

 

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4 Respuestas

  1. Susana Castro dice:

    Hubo tres grandes inundaciones a partir del año 65, que fue la primera que yo viví, tenía entonces 10 años. Esa fue durante el día, a mediodia empezó la tormenta, mi papá no estaba en casa. Mi madre trató de poner a salvo animales, los encerró en los corrales. Somos tres hemanas, yo la mayor, mamá nos cruzó el salto y por las vías nos llevó al pueblo, a casa de una hermana, antes de que vieniera la crecida. Mi papá, que estaba en una chacra de la costa del río, volvió a casa cuando comenzó la lluvia, pero llegó cuando ya estaba el agua rompiendo el canal, cruzó abrazado al caño que sale de la turbina del salto y que lleva el agua al tanque de las bardas, casi lo arrastra la corriente. Trató de liberar los animales, ovejas, cerdos, gallinas, etc, etc, que estaban en sus corrales, pero la mayoría se había ahogado. El agua y el lodo estaba dentro de la casa, arruinó muebles, colchones, todo.
    Posterior a la crecida quedaron pozones por todos lados, casi 40 cm de fango dentro de la casa, recuerdo que en uno de esos pozos mi padre enterró colchomes y todo lo que ya no servía más. Mis tíos y mis primos ayudaban. En aquella época no había ayuda oficial, empezaron de cero a fuerza de trabajo, arado, palas, a acomodora las cosas para seguir trabajando.
    La segunda creciente, ocurrió poco después, no recuerdo el año. Para entonces ya teníamos prevención y mi padre puso una especie de compuertas de chapas y bolsas de arena en las puertas de entrada de la casa. Nos quedamos a dormir allí, con los colchones sobre la mesa. Esa crecida llegó de noche, el ruido era ensordecedor, parecido al ruido del tren. Faltó algo así como 10 cm para que el agua entrara por las ventanas, que eran altas. También se rompió el canal antes del salto, socavó una especie de desvío que llegó a unos 4 metros de mi casa, un poco más y nos llevaba el agua con casa y todo. La última inundación, antes de la construcción de la defensa, fue alrededor del año 73 , quizás 74,recuerdo que yo estaba en Viedma y vi en el diario la foto del salto destruido, pensé que mi casa podría haber sido arrastrada por el canal desbordado y me volví lo más pronto que pude. Sólo me tranquilicé cuando vi a la casa en pie.
    Mi padre era un hombre de trabajo, que sólo tenía sus manos para sacar adelante a la familia. Luchó por su lugar en el mundo, por ese pedazo de tierra que era lo único que podía dejarle a su mujer y a su hija discapacitada. Creo que fue una suerte que la vida no le permitiera ver que todo su esfuerzo fuera usurpado de la forma en que lo está.

    • Hermoso tu relato Susana, gracias por compartirlo. Contanos, si querés, en que parte del barrio vivías?.Ya no vivis más allí? porque fue «usurpado»? por quienes? Recordás si había solidaridad entre los vecinos? En el año 73 se iniciaron las obras de la represa, seguramente la inundación última, a la que hacés referncia fué durante dicha construcción. Tu aporte es imvalorable, gracias por este y los muchos comentarios tuyos en nuestro facebook, nuevamente Gracias!!

      • Susana Castro dice:

        Graciela, la última «creciente» como la llamábamos, también rompió el canal donde está el salto con las turbinas que bombean agua al tanque que da riego a las chacras al pie de las bardas.Luego de eso hicieron el vertedero del canal, para que cuando viene muy lleno el agua desagote por uno de los costados y reingrese después del salto. Nosotros vivíamos pegados al canal a 10 metros del salto, donde hoy está el transporte de Pierucci. Allí viví desde los 7 años, en ese entonces eran todas chacras y quintas. No existía lo que hoy es el barrio Progreso, ese lugar era médanos y jarillales, había una loma de arena muy fina dónde jugábamos con los chicos vecinos. El canalito era el «balneario» de los chicos de la zona, los Alonso; Sanso; Pereyra, Cau; y de mis primas y primos que confluían en mi casa invierno y verano. Mis padres eran muy trabajadores, criaban animales, tuvieron un pequeño tambo y repartían la leche, también tuvieron una pequeña bodega, y fue ladrillero casi toda la última etapa de su vida. Pero era ladrillero sin tractor, de a caballo, a veces armaba las hornallas él solo, desde cortar los adobes hasta la última labor de ponerlos arriba del camión cuando los vendía. Sus trabajos dependían mucho del clima, cosechas, adobes, por lo que a veces iba bien y a veces mal. Pero no había ayudas ni créditos, cada uno se arreglaba como podía. Mi madre tejía para afuera, hacía quinta, etc. Trabajaron de sol a sol para criar a sus hijas y que mi hermana más chica y yo pudiéramos estudiar. Había solidaridad como en todas las épocas, era toda gente de trabajo, pero en nuestro caso fue la familia, los tíos y primos, los que más ayudaban.
        Después de una de las grandes inundaciones la municipalidad hizo unas piezas frente al salto, entre el canal y las vías. Allí fueron a vivir varias familias que se quedaron sin casas. Habitaban muchas madres con sus hijos pequeños, sin trabajo, eran épocas duras y la comida bastante escasa. Recuerdo que mi madre hacía ollas de arroz con leche o leche, pan y dulce para que comieran algunos chicos de ese barrio.Siempre se daba una mano en lo que se podía. Hace 30 años que no vivo allí, me mudé a Cinco Saltos en el año 1981 cuando me casé. Los viejos querían estar cerca mío por razones de salud de mi primer hijo, alquilaron su casa y vinieron a vivir a C. Saltos pero mi padre se iba a trabajar en colectivo hasta su horno de ladrillos. La hermana del medio es discapacitada y mi padre siempre me decía que lo «único que le iba a dejar era ese pedazo de tierra para que el día de mañana tenga su casa y que no ande rodando por ahí». Pero el viejo, que tanto lucho en ese, su lugar en el mundo, se murió y quedó mi madre ya anciana y mi hermana discapacitada viviendo conmig.Su única herencia, el trabajo de toda una vida, un pedazo de tierra que iba a servir para que pudieran tener un techo propio, fue usurpado el año pasado.No entendieron razones, ni el hecho de que sea propiedad privada, ni que despojan de su único bien a una discapacitada y a una anciana, nada. Menos mal que mi padre no llegó a verlo. Sólo nos queda seguir luchando por recuperarlo.

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