Siempre fuimos muy gores. Por Roberto Von Sprecher.

Según mi viejo diccionario de inglés, Merriam-Webster, gore significa “sangre” como también “horadar o herir con un cuerno o un colmillo”. Claro que mi viejo diccionario es muy viejo y no es muy gore que digamos, por que el sentido de la palabra se ha ido tornando un poco más sensacional o sensacionalista (¡que gore era el noticiero de Canal 9 en cuando volvió la democracia! Con José Zer reclamando, jadeante, al cameraman que lo siguiera más rápido porque veía manar abundante sangre de algún accidentando o asesinado). Más allá de mi viejo diccionario hoy podríamos decir que lo gore es parte de muchas narraciones (no necesariamente de terror) donde la sangre abunda, no se pijotea con la misma, se derrama, junto con carne expuesta trozada, órganos varios…

Hoy cuando escuchamos la palabra gore pensamos en el cine o en alguna serie donde el derramamiento del rojo elemento parece explicito, claro que se trata de jugo de tomate frío u otros preparados, plásticos y trucajes varios. Hasta sangre digital hay ya… ¿para qué gastar jugo de tomate si la sangre se puede hacer en la compu?. Pero el gore, la sangre abundante, la necesaria truculencia que condimenta y da sentido, no es una invención del cine en colores. El gore se encuentra desde que el hombre empezó a dejar relatos por escrito. Seguramente lo había cuando eran orales, no tenemos testimonios, pero estoy seguro que muchos de los dibujos de las diversas y famosas cavernas, con escenas de caza y heridos sangrantes, eh!!!, no fueron pintadas con tinta roja sino con roja sangre que era mucho más fácil de conseguir. La literatura griega abunda en escenas gore. Por esos señores padres advertimos del contenido de La Odisea y ustedes deciden si les dejan leer el original a sus hijos o no, aunque seguro sus hijos han visto mucho más gore que ustedes. Una fantástica parte gore de la historia de Ulises es cuando él, su hijo Telemáco, su porquero y su boyero, con la ayuda de Atenea -la ojizarca (manera gore de decir que tenía ojos azules)- matan a los infames galanes que se querían levantar a toda costa a la sufriente Penélope. Sin piedad atraviesan con flechas y lanzas, desmiembran, trozan, destrozan: “Y los otros, cual buitres de garras ganchudas que llegan desde el monte a acosar a las aves del llano, y ansiosas a buscar suben éstas refugio en las nubes, más ellos las persiguen allá, las asaltan y matan, perdidos todo escape y defensa, y deleita a las gentes la caza, de tal modo, a través de la sala, acaban a golpes con los hombres a un lado y a otro: se alzaban un gemido temeroso al herir de cabeza y el suelo humeaba todo en sangre. […]” “Y hete a Ulises también que observaba en la sala si alguno se escondía vivo aún esquivando su negro destino; pero todos estaban allá sobre el polvo y la sangre, derribados en gran multitud como peces que sacan pescadores del agua espumante […]” Después de la matanza, que concluye con los desgarrados cuerpos de los galanes apilados, la habitación de los hechos es un enchastre de sangre difícil de superar. ¿Con que pinta queda Ulises?: “[…] el gran Ulises erguido en mitad de los muertos todo lleno de polvo y de sangre; un león se diría que retorna, saciado a placer de la carne de un buey que mató en la manada. Su pecho y sus dos carrilleras aparecen cubiertas de sangre, terror a los ojos: tales manchas mostraba él allí de los píes a las manos.” Y la habitación ha quedado tan impregnada de sangre que tiene que poner a todas las sirvientas a limpiar, prestas ante que aparezca Penélope y arme un escándalo por el desparramo. Pero la limpieza no basta y tiene que terminar la tarea Ulises con azufre (por las dudas no lo intenten en su hogar). Las historias con muertos vivos es un subgénero, resurgido en los últimos tiempos, especialmente con la serie The Walking Dead, abunda en lo gore con profusión de cerebros machacados y devorados, sangres y achuras varias. Pero no empezó ni con George Romero, ni con aquellos relatos que hacían referencias a los muertos vivos productos del vudú en Haiti (mano de obra barata) –mmm… no es ministro de algo vudú-, ya están presentes en la más antigua obra de la literatura de la cual se ha logrado conservar fragmentos: La Epopeya de Gilgamesh. Cuando la furiosa Ishtar, reclamándolo ayuda a su padre Anu, no sólo quiere matar y hacer pedacitos a Gilgamesh: “Luego dirigiré mis pasos hacia las Regiones infernales y haré que suban los muertos, que devoren a los vivos […].” Y ni hablar de las masacres con que se deleitan los dioeses en la antigua Grecia. La presencia del erotismo y el porno en las antiguas narraciones la dejamos para otra vez, pero que las hay las hay.

Anónimo (2007) La Epopeya de Gilgamesh. El gran hombre que no quería morir. Akal. Madrid. Homero (1982) Odisea. Editorial Gredos. Barcelona.

En: Metropia

También te podría gustar...

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *