Pequeñas grandes historias de inmigrantes allenses (II)

La historia de la ciudad tiene miles de estas historias que nos cuentan los inicios de muchas familias afincadas en las primeras décadas del siglo XX. Si tenes alguna para contarnos, la esperamos!

Los ocupantes más antiguos de Río Negro, en medio de las dificultades legales para regularizar sus derechos y una política estatal que desatendía la colonización, enfrentaban día a día la falta de agua para sus cultivos. En 1883 se crea la Colonia General Roca que tenía más de 40.000 hectáreas. Pero el primer asentamiento fue militar, el Fortín Gral. Roca, creado en 1879. Inicialmente logró tener cierto atractivo para la colonización pues el ejército comenzó en 1882 la primera obra de riego: el llamado “canal de los milicos”. Este fue construido por peones sanjuaninos traídos por el constructor del canal, Hilarión Furque, y por presidiarios e indios sometidos junto a algunos colonos y soldados del lugar. Se inauguró 1885 y regaba 30.000 hectáreas. Sin embargo, el canal tenía muchas deficiencias en su construcción y problemas por los constantes desbordes del río Negro.

Pero a pesar de esto y de que no alcanzaba a regar todas las explotaciones que existían en la colonia, el canal permitió a las autoridades militares de la colonia Gral. Roca sembrar alfalfa y maíz. Algunos particulares se plegaron a esta iniciativa. Muchos de ellos habían trabajado en el canal y formaron la colonia llamada “La Huerta”. Pidieron entonces comprar las parcelas y la Oficina de Tierras y Colonias otorgó la venta de superficies con varias condiciones. En primer lugar debían ocuparlas y  hacerlas producir. Además se les prohibía cederlas o traspasar derechos sobre los lotes hasta que no tuvieran los títulos definitivos de propiedad y el pago total del precio. Este es el primer antecedente de poblamiento dela Colonia Gral.Roca. (Gorla, D. 1994) .

Firma de Hilarión Furque. Informe para la Comisión de Tierras y Colonias sobre la situación del riego en la región del río Negro. (Doc. AHRN)

 

De las 40 mil hectáreas de la colonia, en 1888 se hallaban ocupadas 24.600 y quedaban como fiscales16.900 hectáreas(Ruffini, M. 2003). De las 67 explotaciones existentes en la colonia, 54 eran unidades patrimoniales formadas entre 1886 y 1896. El 51, 9% de estas últimas pertenecían a los primeros pobladores, en tanto las restantes eran concesiones y transferencias posteriores. Había muchas explotaciones sin título y casi no había arrendamiento, pues había mucha tierra disponible (Gorla, D. 1994).

Claramente uno de los problemas más grandes para lograr la efectiva colonización era mejorar el riego. Pero el Estado no invertía, ignoraba las grandes posibilidades de la zona que sí veían Furque y el padre Stefenelli. Estos dos pioneros apenas llegados sabían del potencial de la región y continuamente reclamaron al Estado para que invirtiera en riego. Ambos veían en la zona condiciones geográficas y climáticas únicas, no sólo para vivir sino también para producir. Incluso el sacerdote iba más lejos: incorporar a los habitantes de la zona. La educación, decía Stefenelli, permitiría a los hijos de indígenas y pobladores iniciales vivir de una forma más digna pues tomarían conciencia y los prepararía para poder aprovechar los beneficios de estas tierras (Danieli, M. 2006).

Padre Alejandro Stefenelli. Misionero Salesiano.

 

En 1887 se encuentra en la documentación dela Colonia a dos pioneros reconocidos por la historia local: José Escales y Roque Galarce, instalados en el lote 73 y en el lote 80 respectivamente, y tienen plantadas, hacia fines de siglo, varias hectáreas de alfalfa, algunas con hortalizas, legumbres y frutales. Ambos recibían agua del nuevo “canal de los milicos” y conformaron las 28 unidades de producción inicial en la colonia Gral. Roca.

“Mi abuela, Ramona Pastran me contaba que llegó muy pequeña con su papá Gerardo Pastrán y su mamá Adelina Montiel. Su familia era mendocina y proveían al ejército de animales; vinieron con el IV Regimiento a la región y sucedió lo que la abuela me contaba como una leyenda que la tenía como protagonista. En un trayecto de la expedición debieron escapar de los indios y el padre arrojó a mi abuela Ramona al jarillal, tal vez para salvarla si eran atrapados. Pero lograron escapar y volvieron a buscarla. El oficial estaba muy enojado y amonestó al soldado que la había tirado. Yo lamento no haber escuchado muchos de aquellos recuerdos”. Entre papeles con un árbol genealógico y dibujos que imaginan tiempos pasados, Eduardo también nos cuenta que su abuelo Roque recibió tierras por sus servicios en la campaña militar e integró las cuadrillas que hicieron los canales. (Eduardo Galarce, 2008).

Eduardo Galarce 

(Entrevista realizada en 2009)

Eduardo Antonio Galarce nació en Capital Federal el 27 de noviembre de 1942. Su mamá era Antonia Galarce y la historia de su familia comienza nada menos que en la conquista militar al “desierto”, cuando desde Mendoza se dirigieron al Valle.

Dibujos de Galarce sobre historia familiar.

 

La abuela Ramona Pastrán le contaba la historia familiar desde pequeño “Mi abuela decía que cuando venía la expedición militar desde Mendoza, venía Genaro Pastrán y Dalmira Montiel con una nena. Cuando unos indios atacan al grupo, por el susto del momento la arrojaron al jarillal. Un superior exigió a Rivero que volviera y rescatara a ese bebe. Ese bebe era mi abuela Ramona. Y el que la arrojó era su padre”.

El matrimonio se instaló en el campamento de la expedición y allí creció Ramona. Con el tiempo conoció al hijo de Roque Galarce y se casó con él, a quien le adjudicaron tierras en pago por sus servicios prestados en la expedición militar. Se trataba de alrededor de100 ha.

Dibujo de Eduardo que recuerda cuando un 25 de mayo de 1960, en las Bodas de Oro de la ciudad, Irene Tula de Diazzi le entrega una medalla a Ramona en recordatorio por ser una de las primeras pobladoras.

¿Quien era Irene Tula de Diazzi? Ver aquí

Eduardo se crió con la abuela y su tía Matilda pues su mamá murió muy joven. “Era un poco nómade” cuenta Eduardo, “porque iba a lo de una tía en Guerrico, con la familia Etchegaray o con los Escales. Anduve en las faldas de mis tías. Al final quedé solo con mi abuela viviendo en el barrio Mir.”

A los 15 años empezó a trabajar en el diario Río Negro. Estuvo allí varios meses, pero no le gusto. “Yo salía a cobrar los edictos que se publicaban. Hacía de todo”, explica, “Había sólo dos personas en planta permanente. En esa época iba a la escuela también y aprendí bastante porque había maestros antiguos, era distinto a lo de ahora, uno podía mejorar. Después tuve que dedicarme a trabajar y no me quedó otra alternativa que dejar la escuela. Pero instruirme a mí me salvó porque yo era un chico de la calle, era discriminado. La pasé muy mal, me aislé, pero me salvó haber aprendido a leer”.

A Eduardo siempre le gustó dibujar. Empezó a los 16 años pero no pudo practicar todo lo que le hubiera gustado porque no siempre tenía los materiales para hacerlo porque “antes no había”. A través de algunos de sus dibujos  intentó contar su historia y la vida de Allen. Dice que al dibujar los bailes de Alto Valle “yo quería rescatar los movimientos… aquella idiosincrasia nuestra… Porque hoy piensan ‘uy, los viejos eran unos aburridos’ ¡No! Éramos jóvenes y nos divertíamos mucho. Una foto sería muy estática, yo quería ponerle un poco de movimiento y cierto acercamiento a la pareja. Algunos se insinuaban más, otros menos, otros eran muy divertidos”, cuenta Eduardo y agrega: “cuando íbamos llegando a Alto Valle, veíamos la luz y la tierra que se movía”.

Los bailes en el Club Alto Valle según Eduardo Galarce.

Pero eran también tiempos difíciles. Cuando empezó a salir había muchos peligros “y la policía tenía como consigna agarrar a cualquiera y listo. O sea, no tenían problemas en acusarte de cualquier cosa”, explica, “Era más el miedo a la policía que al ladrón”

Eduardo estuvo casado 23 años y luego se separó. Tuvo 5 hijos, pero lamentablemente una falleció a los 18 años, en 1998. Ese es un dolor que no se va: “Ese es uno de los problemas que tengo yo. No me puedo acostumbrar a que pasó eso…”. Uno de sus hijos fue policía, pero renunció porque vivía estresado y veía mucha corrupción. Fernando Galarce es el más chico de los varones, es un excelente guitarrista y actualmente toca en la banda local “Perfectos Extraños”. “Yo estoy prendido con él porque soy aficionado a la música”, cuenta el padre orgulloso, “Yo también  intenté tocar un instrumento, pero no pude, así que una vez pasé por lo de Ferroni, compré la guitarra y vinimos ala Municipalidad, estaba el profesor que era de Cipolletti y ahí nomás empezó. Me acuerdo que le dije ‘mirá, dentro de 2 semanas quiero 2 o 3 notas de ‘Taquito militar’, es lo único que te pido’. Y un día vino y tocó. Después empezó con el rock y luego se juntó con Julio Garrido y empezó con el blues”.

En los noventa fue convocado por la Dra. Angélica Cores para trabajar en una iniciativa que intentaba ayudar a la gente a aprender distintos oficios y la autoproducción de alimentos. Allí Eduardo hacía una huerta orgánica, pero dice que “fue muy difícil. Todos me decían ‘pero necesito esto…’ yo le decía “¿qué tenés? ¿Dos manos? Con eso empezás”. Porque en la huerta orgánica la propia naturaleza va determinando cómo podes avanzar y qué podes hacer, en la huerta orgánica no se usan herramientas”. El proyecto era muy amplio y trabajaban desde zapateros hasta informáticos, pero después cerró porque, según Eduardo “era un ente político”.

Eduardo Oscar Galarce (foto 2008)

Eduardo fue el primer maestro dela Escuela Especial. Empezó a trabajar ahí también convocado por la Dra. Cores, con quien trabajó mucho para promover la región. Sin embargo, un año después fue desplazado porque no tenía el puntaje ideal y “vino otro que estaba más capacitado”.

 Una vez, sufrió un episodio injusto y tuvo que organizarse para defenderse. Eduardo junto a sus vecinos formaron una comisión porque les entregaron unas viviendas en muy mal estado, dice que “las casas no tenían ni vereda, ni puertas, ni piso”. Se reunían en la casa de uno de los miembros y pedían que les repararan las viviendas. Pero Eduardo recuerda que, lamentablemente, “esto pasó en varias localidades del Alto Valle. Un día cayó el Ingeniero de tendencia comunista al mango y logramos una resolución para reparar las viviendas. Me nombraron capataz de la obra y así trabajo entonces para el IPPV”.

Eduardo Galarce tiene ideas, muchas ideas que se agolpan en su relato, pero no hay duda de que busca mejorar su entorno, el lugar donde vive. Propuso alguna vez también hacer un anfiteatro en la zona norte, porque considera que es muy importante impulsar el barrio: “para mí, la salida hacia el norte es elemental para el desarrollo de la ciudad. Trabajé mucho en el tema de los Ejidos Colindantes, porque me he enterado de cada cosa…”. “También trabajé para determinar dónde podía ir la ruta a Casa de Piedra pero no se logró nada”, dice resignado, “las calles que se habían hecho están anuladas, pasan alambrados de propiedades. A los políticos les molesta cuando yo voy a hablar con ellos, porque a las dos palabras que dicen ellos yo ya caigo de que me están mintiendo”.

Cuando propuso el anfiteatro para el Barrio Norte, había armado todo para hacerlo donde actualmente se encuentra el Colegio Agroindustrial. “El arquitecto Cabo me trajo material de Buenos Aires de cómo hacer un anfiteatro, me lo estudié todo, fui al tanque y medí planta por planta, tengo fotos, videos, todo… porque yo sabía que si no tenía ese documento no iban a entender mi idea”, explica Eduardo, “yo lo que quería era no generar gasto, sino aprovechar la banquina para hacer las gradas ¡Es tan sencillo! Y después hacer una plataforma donde poner el escenario, quería generar un espacio verde, con campo para deportes… Me ayudó mucho Ulises Gentili, alcanzámos a alambrar todo con los vecinos pero después vino Peñaloza y lo descartó”.

Cree también que es necesario hacerla Carta Ambiental porque “si vas a hacer una casa, necesitas un plano, es lo óptimo. Así que lo que una ciudad necesita es hacer es la Carta Ambiental. Todos dicen que no se puede pero la Carta Ambiental no se superpone a las ideas políticas, sino que es algo elemental”, razona Eduardo, “con ella se logra el conocimiento de un lugar para determinar las mejores condiciones en los aspectos económico, social y todo lo que ayuda a una buena distribución de todo. Se hace un estudio de economía, ingeniería agropecuaria, geológica... así se determina la ubicación óptima para planes de vivienda y hacia donde tiene que ir el crecimiento de la ciudad en general”.

Finalmente, Eduardo deja una reflexión para cerrar “mientras no se haga algo que revierta totalmente, Allen va seguir siempre igual. También es importante que la gente tenga más participación democrática”.

Dibujos de Eduardo sobre y Allen y su desarrollo histórico.

 

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