Marta Manzur
Marta nos saludó afablemente mientras se acercaba despacio, con un andar afectado por una grave lesión que sufrió en su cadera. Nos dijo sonriendo con picardía que no quería fotos porque “cuando a vos te sacan una foto te roban el alma, como dicen los mapuche”. Marta nos recordó, como una carta de presentación, que su mamá fue administradora del Hospital y su familia fue pionera en la localidad.
Ella nos mostró un misal con una dedicatoria del Padre Elorrieta por su cumpleaños número 20, allá por 1960, donde la reconoce como “la organista de la parroquia Santa Catalina”. Recordó, divertida, los cambios ocurridos en la liturgia y el fin de la vieja misa en latín, cuando estaba Loiacono, quien decidió tirar “todo lo que consideraba fastuoso” como las arañas y la mesa del altar de mármol estilo rococó. Esa mesa, que Marta todavía conserva, se la cambió al Padre por otra que mandó hacer “de madera, con cuatro patas, sin nada, como él quería”.
Ella preparaba los coros en la iglesia y estaba siempre en la capilla (Marta recuerda que había dos armonius, órganos sin tubos, uno alemán de 20 registros y otro americano de 3). Luego nos mostró una foto del viejo edificio “con el frente original y con mucha gente conocida: Lía Escudero, la Sra. de Abundio Fernández, las hermanas Bizotto y una viejita muy piadosa que andaba con su pañuelo negro, ahí está Elorrieta y el Obispo Borgatti, muy ampuloso, toda una autoridad, con su pectoral con unas piedras amatista y un anillo que ni te cuento… también se ven unos misioneros”. A la izquierda, de pollera, algo separada del grupo, está ella.
Nos enseñó también una foto donde aparece su mamá dando un discurso el día que se colocó la piedra fundamental de la nueva iglesia, y donde se encuentra nuevamente el obispo con sus mejores trajes, la Sra. de Diazzi, y algunos curas misioneros pues “antes de las fiestas patronales, todas las noches se rezaban las novenas y venían los misioneros, que eran itinerantes, que venían…y en realidad nos lavaban a todos la cabeza”, nos dijo riendo.
Museo local sobre la inauguración de la Iglesia católica Sta. CatalinaMarta empezó a tocar el piano cuando apenas alcanzaba los pedales y estudió el profesorado particular con la Sra. de Bentatta. Después debió seguir sus estudios de música en Buenos Aires donde revalidó su titulo de profesora en el Conservatorio Nacional, porque si no no podía dar clases. En 1960 se inició en la docencia, pero en Allen no había posibilidades de ejercer su profesión ya que “¿viste? acá no había otra cosa , aprendías a bordar a máquina, corte y confección o piano”. Ya con el título en mano entró en Bellas Artes en Neuquén y se entusiasmó con la danza. Hizo el profesorado de Arte nuevamente en Buenos Aires, terminó su carrera como Supervisora de Enseñanza Artística en Neuquén. “Y ahora” nos contó “como mi hija estudia abogacía yo también estoy estudiando”.
Marta piensa que si en Allen no hubiera habido “gente tan retrógrada” hoy sería un gran centro cultural. “Todo cuesta más, que como dice el folklore, hubo una cristalización, se quedaron en el tiempo” dice. A ella junto a Betty Repetto de Biló (profesora de plástica, de arte y también abogada), se les ocurrió hacer una escuela y trasladar profesores de Neuquén a Allen. Sobre esta experiencia nos contó: “Cualquier cosa hacíamos, los traíamos y los llevábamos de noche, cuando terminaban… pero la gente no entendía, criticaba, pero hubo algunos chicos que por suerte sí entendieron como Marta Fernández, Totón Peñalva, Nené Espinel. Salieron muy buenos valores en esos años, incluso ganamos con el grupo de danza en Cosquín y trajimos una placa a la mejor delegación. Había un chico que pintaba muy bien que ganó un premio en la India, me acuerdo”. Era “una movida cultural importante, traíamos lo mejorcito de Neuquén (como Lombera, que fue Director Internacional de Artesanías) y les pagaba la Municipalidad”. Fue en ese momento cuando les dieron un subsidio del Fondo Nacional de las Artes “nos mandaron un toco de plata y con eso vestimos a todo el grupo de folklore que fue a Cosquín, compramos para la escuela, bombos, flautas, guitarras y ahí, compramos el piano”.
El piano que todavía está en la Municipalidad fue comprado por Marta en uno de sus viajes de estudio a Buenos Aires. Su profesor Sebastiani, del Colegio Manuel de La Falla, fue quien le indicó que fuera a la Antigua Casa Núñez a comprar el piano. Le dijo: “cómprelo en Royal House con mi tarjeta, vaya y diga mi nombre”. La Royal quedaba atrás del Teatro San Martín. Marta fue y vio muchos pianos hermosos, pero “de pronto por allá lo ví ¿Y ese?, pregunté, ese es un Bernstein alemán, dijo el dueño del local, ¿y cuánto cuesta? dije, y me contestó mire, ese tiene una historia”. Resulta que a un embajador japonés que había viajado a la Argentina no le había entrado el piano en el piso que le habían asignado. Así que el embajador lo vendió y se compró uno electrónico. El instrumento tenía grabados japoneses y madera oscura y por eso nadie lo compraba y al dueño le daba mucha pena tener que rasparle esos dibujos a un piano de tanto valor. Entonces “lo compré” dijo Marta “pero confieso que pensando muy egoístamente en mí, porque me había enamorado”. Pero el estado actual de este histórico instrumento no es el mejor y al respecto Marta comentó: “Me enteré de cómo estaba, que ni la banqueta tiene, aunque el Secretario (de Graciano Bracalente) me dijo, cuando lo llamé, que estába. Era rectangular con un dibujo haciendo juego con los grabados, negro con el mismo estilo del piano; mientras estuve en la Municipalidad lo cuidé, usaba una gamuza especial de antílope para limpiarlo, según me dijo el profesional”.
Galería de fotos de Marta:
El piano, cuidado por Marta, tenía un tratamiento de excelencia: “le poníamos vasos de agua debajo para absorber la humedad, pues la madera es muy asentada (…) le hicimos una plataforma y lo colocamos en un costado para mantenerlo en equilibrio, le hicimos una funda de corderoy beige forrado de paño para preservarlo de la tierra”. Y nos explica que no puede estar en el escenario “porque tiene piso flotante y en pendiente, si se lo mantiene mal, se raja la placa de armonio y chau”. Marta suspira y moviendo su cabeza de lado a lado se lamenta, abatida. Traer el piano a Allen fue todo un asunto, ya que ella temía por el viaje, pero la empresa lo despacho con muchos cuidados: “todo acolchado y recubierto” y “por eso cuando la otra vez leí en el diario que lo sacaban y lo llevaban a no sé dónde, entonces yo llamé a la Municipalidad, hablé con el Secretario y les dije: No muevan ese piano”. Le dijeron que se quedara tranquila, que no lo iban a sacar, pero no fue así y lo llevaron a una globa en la Fiesta de la Pera. La Escuela de Música se creó cuando Biló era intendente. Venían profesores e incluso músicos de Buenos Aires a dar conciertos y se les pagaba con las entradas. “También, hacíamos exposiciones callejeras con los alumnos, y obras de teatro, pero la gente no acompañaba”, nos contó Marta. Después “empezaron los problemas de gallinero, porque Allen es muy chismosa y no valora lo que tiene”, declaró, “fíjense el Salón Municipal, es uno de los que mejor acústica tiene, pero, viste lo tienen cerrado, casi sin actividades culturales”. El telón del Teatro Municipal se pagó con un subsidio de la escuela y lo cosieron según el sistema francés, con los “ablusados y recogidos reglamentarios”. El grupo de cultura donde estaba Marta puso las parrillas para intercambiar escenografías y las pasarelas con luces que hicieron con tachos de pintura pintados de negro. En el corralón municipal encontraron dos reóstatos con los que hicieron el tablero que sube y baja la luz para crear distintos climas. “Todo fue artesanal” dijo y aseguró que lo que no sabían lo aprendían, “porque el que está en una comisión de cultura tiene que saber y si no sabe, que aprenda, pero que no malogre lo que se ha hecho” y luego agrega “en Allen no saben lo que tienen, ese Teatro es impresionante”. Después de decir esto pensó un momento y nos preguntó por el sótano del Teatro porque resultó ser que hasta el sótano del Teatro era utilizado para actividades culturales: “Allí funcionó la escuela de Plástica, fue reciclado por Betty Biló. Allí iban ceramistas muy importantes pero un día no hubo más plata para los viajeros. Convocamos a los padres, pero no pasó nada, nos ganó después Cipolletti. Allen tuvo la primera Escuela de Bellas Artes Municipal de Río Negro, pero se perdió, la gente de Allen nunca apoyó nada, se cerró durante la Intendencia de Ducás, y nos quedamos sin nada, todos se fueron a otros lados”. Después de contarnos esto, Marta, mirándonos con sus ojos grandes de turca, nos preguntó: ¿Ahora cambió, verdad?”.
Algo más...
Según el Libro de la Escuela 222 en 1967 Marta Manzur estaba a cargo "ad honorem" de la Comisión de Cultura. Colaboraban con ella Betty Repetto de Biló con quien creó la Escuela de Danzas y participaron en el Festival Provincial de Folklore, logrando el primer puesto. Contó inicialmente con 29 inscriptos para el curso superior y se dictaban las siguientes materias: Danzas Nativas, Zapateo, Educación Musical, Canto Coral, Folklore, Instrumentos autóctonos y guitarra complementaria. En el curso infantil se inscribieron 60 alumnos y a ellos se le impartía Danzas nativas y zapateo. Los profesores eran Héctor Lombera, Rolando Funes, Ricardo Montivero, Ana de Elssetche y Marta Manzur. Se daban certificados y los cursos duraban entre 3 y 4 años. En ese mismo año concurrieron al IV Festival Provincial de Folklore y ganaron el premio a la mejor delegación por lo que recibieron como premio viajar por la provincia mostrando su arte. A fin de año, con la presencia de Antonio Barceló, Director de la primera Escuela Argentina de Danzas Nativas, la mayoría de los alumnos fueron eximidos con calificaciones de 10 puntos, incluso algunos alumnos fueron becados para cursar en Facultades de Buenos Aires. En 1969, por el eco despertado por la Escuela Municipal de Danzas, la Comisión de Cultura creó el departamento de Artes Visuales en el que se inscribieron 85 alumnos de entre 3 y 14 años. Se contrató una profesora, pero el año comenzó con algunos problemas por la falta de instrumentos y el uso de los espacios para otras actividades ajenas al departamento. El taller de Artes Visuales también sufrió algunos problemas por falta de espacio y material necesarios para las clases, generando la deserción de muchos de los inscriptos. Sin embargo, a fin de año rindieron 35 alumnos de plástica y 52 de danzas. Se realizó, además, una exposición de dibujo y pintura con 250 jóvenes expositores. A pesar de los problemas, todo siguió en marcha gracias al esfuerzo de los organizadores. Concurrieron por tercera vez al Festival Provincial de Folklore y recibieron nuevamente el primer premio a la mejor delegación, por lo que fueron invitados a participar, conjuntamente con la Escuela Provincial de Bellas Artes, en los Festivales de Cosquín, Dorrego, Pehuajó, Arequito y San Luis. En abril de 1970 la Escuela inició nuevamente sus actividades. Contaba con 296 alumnos distribuidos en los distintos cursos y seis profesores que impartían las materias. En julio la Escuela ofreció un festival folklórico y una muestra de pintura y dibujo en el Salón Teatro Municipal.
SIN DUDA ,,ALLLEN POR LA IDIFERENCIA DE MUCHOS NO PROGESO COM O DEVIA,MUCH A DE LA CIUDASDANIA SIMPRE FUE INDIFERENTE Y NO SE PREOCUPO POR LA CIUDAD
Hugo: en muchos sentidos muy de acuerdo contigo, saludos!
QUE LASTIMA,NUESTRO PAIS,SE PERDIERON MUCHOS PRECURSORES Y ESTAMOS EN DECADENCIA
QUE LASTIMA,NUESTRO PAIS,SE PERDIERON MUCHOS PRECURSORES Y ESTAMOS EN DECADENCIA