Una de fantasmas

Intentamos saber en que lugar de Allen sucedió esta historia?. "Una de fantasmas" de Marta Tenebérculo es un relato de la sección de la primera pagina de PA y luego, del Libro del Centenario, llamada "Mitos y Leyendas". Cuenta una historia que muchos allenses seguramente deben conocer y tal vez puedan agregar algún dato más. Anímense que es muy fácil!!. Una pista: es una lugar por donde han pasado muchos jóvenes allenses.

Cuando esa tarde de domingo el portero se topó con él en un recodo del pasillo, no vaciló en llamar a la policía; necesitaba que alguien ajeno a la institución, alguien con reconocida autoridad, certificara su presencia. Y la policía llegó y uno de los agentes lo vio claramente en el extremo norte del edificio y le dio la voz de alto. La figura, enfundada en un abrigo oscuro, desapareció. Las tres horas de búsqueda resultaron infructuosas, no quedó rincón sin revisar, armario sin abrir, conjetura sin corroborar. No lo encontraron. Y la ausencia se llenó con una creciente sensación de perplejidad, de incertidumbre, de miedo.

                A decir verdad, las cosas raras venían sucediéndose desde hacía bastante tiempo. ¿Cuánto? Es difícil precisarlo porque cotidianamente tropezamos con hechos que no tienen demasiada lógica y no nos detenemos en el intento de explicarlos. Un día alguien se quejó de que había desaparecido un bibliorato y dieron vuelta la secretaría tratando de localizarlo porque la información que contenía era relevante para el trabajo que se estaba haciendo. Al terminar la jornada se despidieron, desazonados, pero el primero que llegó  al día siguiente encontró la carpeta en el centro de su escritorio. Situaciones similares se repitieron muchas veces, distintos elementos desaparecieron y aparecieron en lugares insospechados. Se tomaba el recaudo de apagar luces que al día siguiente aparecían encendidas. Se cerraban con llave ficheros que al día siguiente estaban abiertos. Daba la sensación de que les estaban gastando bromas o poniendo a prueba sus nervios.

                 Pero cuando el compañero que trabajaba en la planta superior se acercó a las autoridades para contar, entre temeroso y avergonzado, que desde hacía un tiempo “alguien” se adueñaba de su radio –esa que dejaba bajo llave en su armario y que encontraba al día siguiente en un punto del dial distinto del que él seleccionaba-, que arriba sonaba una música a todo volumen que cesaba abruptamente cuando él llegaba al descanso de la escalera, ellos recordaron al chico que unas semanas atrás había tropezado con un hombre sentado en los últimos escalones, un hombre que no pudieron encontrar a pesar de que la puerta de entrada estaba cerrada con llave y ningún portero vio entrar o salir a una persona con un abrigo oscuro, con capucha. La secretaria, desafiante, dijo que como ella no creía en fantasmas ni en bultos que se menearan, al día siguiente se instalaría en el primer piso para ver qué pasaba. Y así lo hizo. Tardó poco menos de una hora en bajar, demudada, y contó que había vivido una experiencia espantosa: estaba sentada de espaldas a la puerta cerrada y en un momento dado sintió la presencia de alguien  -que no vio- y un frío intensísimo la envolvió como en un abrazo; la puerta no había sido abierta.

                Los hechos que refiero sucedieron hace más de quince años y los conocen sólo los “históricos” de la institución, un pequeño grupo que se conjuró para que no trascendieran a los cientos de personas que desarrollaron actividades en sus instalaciones. Si un rumor puede destruir una reputación, llevar a una debacle financiera o provocar una guerra, qué efectos podrían esperarse de una historia semejante. Sólo ellos saben qué hicieron –si hicieron algo- para que el fantasma desapareciera, lo cierto es que el edificio cambió, las personas se jubilaron y de él sólo queda ese escalofrío que corre por la espalda del que lo recuerda.

                                                                                                                            Marta Inés Tenebérculo.

Buuuuuu!!!!!

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