La abuela Birginia Jofré: Desde Mendoza a Allen. Vida de una luchadora.
Birginia (así con “B” larga) Jofré proviene de una familia emparentada con Gregorio Maza, uno de los primeros pobladores de Allen. Como los Maza, “los Jofré éramos todos de Mendoza, de un paraje que se llamaba San Martín y como era toda una familia que se llamaba Jofré le pusieron ‘la costa de los Jofré’. Mi padre, se casó y se vino; Crisosto Maza era el padre de mi madre, se vinieron a buscar mejores horizontes. Estuvieron un par de años acá y no le fue muy bien de salud a mi padre y se tuvo que volver a Mendoza y allá nos criamos todos”.
El papá de Birginia era alambrador, además ponía molinos y tanques australianos. Luego, al enfermar entró en la policía. En el año 1936 Birginia se casó con José Moreno “nos conocimos en Mendoza porque hacíamos campañas con mis padres, cosechando uva y él era contratista en esos años, nos conocimos ahí, nos casamos y nos vinimos a la región cuando ya tenía mi hija la mayor, Nelly, y venía embarazada de la segunda, Rosita. Tuve ocho hijos de los que me quedan cinco”. El matrimonio llegó a la estación de Allen el 9 de julio del año ’39: “¡¡Tiré más lágrimas que no sé qué!! porque de allá salí porque estaba malo y vinimos acá, a Allen, que era todo tamarisco, todas las manzanas llenas de tamarisco. Sólo estaba el hospital, la policía, la Municipalidad y el hotel España, nada más. Nos vinimos a la chacra que era donde estaba mi abuelo Maza, frente al frigorífico Martínez. Con mi marido empezamos a hacer podas y yo también a hacer las cosas de la casa y lavar ropa ajena. Las chacras eran muy pocas, no había casi nada, la mayoría de la gente vivía en las chacras, en el pueblo no había casi nadie. Había mucha producción de viñas y empezaban las plantaciones de frutales. Dos años después nos fuimos a lo de Zorrilla, lo que hoy es Cunti, teníamos contrato de viña”.
“Ahí estuvimos treinta años con mi marido trabajando”, cuenta Birginia, “Luego nos fuimos a vivir a la casa de los suegros y empezamos a tener trabajo por todos lados. Cosechábamos principalmente la uva… pagaban cinco centavos el tacho, me ponía el tacho en la cabeza y empezaba a correr, porque había que correr para alcanzar al camión. Con cinco centavos, por ejemplo, comprábamos azúcar, venía todo al por mayor; los fideos y el azúcar venían en bolsas. Acá en Allen cuando vinimos comprábamos en los Rostoll, en Diez y Fernández” El trabajo de la viña era bastante pesado, “había que madrugar, se salía a las cuatro de la mañana a podar, a limpiar, después sacábamos el sarmiento con la horquilla a la calle y la quemábamos a la noche para tener tiempo en el día de hacer otras cosas. Trabajábamos todos en la viña, los niños eran chicos pero todos trabajaban desbrotando la viña… En el ’56 compramos la chacra en donde hoy vivo. La tierra era fiscal y la tenía un viejito que nos la vendió, había que pagar el pastaje que era lo que cobraban, cien pesos por año. Se hizo todo, se desmontó, se enterraba con el tractor la arena y así fuimos haciendo la familia de a poquito. El hombre que nos vendió se quedó viviendo con nosotros y murió con nosotros”.
Aunque muchas veces piensa en venderla, la chacra para Birginia es todo “porque hice todo desde abajo hasta ahora, siempre luchando. Mi hijo tuvo que salir a trabajar porque la chacra no daba. En el ’89 murió mi marido y comencé a ocuparme yo de todo. Mis hijos se habían casado así que me quedé sola acá hasta hace cuatro años. Acá tenemos producción de manzanas y peras; peras Willians y en manzanas tenemos Gala, Red, Chañar… después tenemos un poquito de durazno, parral de uva de mesa. Tuvimos quinta, con eso inicié todo, fue lo que nos fue ayudando para ir tirando. Salía en la camionetita que teníamos a vender la verdura y las primeras frutas. Cuando se caían yo entraba gateando y llenaba los cajones, los cargaba y salía a vender. Al otro día sacaba la fruta buena y la llevaba al galpón de Cháchara, volvía y cargaba toda la de industria. Tenía un semi remolque que hacía cien cajones y me iba a Cinco Saltos al primer galpón que abrió de juguera”. Birginia tiene muchas anécdotas de su trabajo en la producción y recuerda una particularmente: “iba una mañana en mi camioneta con el remolque y de repente veo un camión volcado, me agarré al volante y pasé. Cuando volvía había dos hombres parados y me dicen ‘Usted es la que pasó esta mañana ¿por qué no paró?’, le digo que si frenaba hacía la tijera y me volcaba. Y lo llamó al otro ‘vení, vení, aprendé, nosotros no nos hubiéramos animado a hacer lo que hizo ella!!’, yo le digo ¡Pero es que no me quedaba otra!. Y bueno, todo era así, así eran todas las cosas que nos pasaban, había que decidirse y hacer, otra no quedaba”.