Cayetano Cocci: de sol a sol… “hoy con 66 años me retan para que pare un poco”

Cayetano Cocci llegó a la Argentina en el año 1948: “Yo tenía tres años, la mayor siete, las otras dos cinco. Mi padre se llamaba José y mi madre Luisa. Después de haber vivido las dos guerras, con tal de irse de Italia iban a cualquier lado, justo mi padre tenía un hermano acá en Fernández Oro, donde está la estación de servicio.  Ese hombre le pagó el pasaje a mi papá para venirnos de allá.  Hoy se te va un pariente a Italia, a nosotros se nos  fue una sobrina y nosotros le dijimos que si no le gusta nos llame que le mandamos la plata para que se vuelva. En esa época mi papá se vino con mi mamá y los cuatro chicos, eran treinta y cinco días de barco, ¿te imaginás lo que es viajar con cuatro criaturas, sin un mango y venir a la buena de Dios, a trabajar de peón?”

“Papá comenzó a trabajar de medianero, comenzó plantando verduras y cuatro años después compró cuatro hectáreas de esa chacra, un pedacito, un puntita de la chacra”, cuenta Cayetano, “entonces nos fuimos a vivir a lo de Peche, ahí viví desde los siete años hasta los doce, desde ahí veníamos a hacer la primaria a la escuela Nº 23. En el ’60 recién nos fuimos a nuestra chacra, mi papá ya había plantado frutales y agarramos otra chacra que estaba pegada a la nuestra, entre las dos eran unas siete hectáreas. Me acuerdo que pasé de 5º a 6º  y dejé de ir a la escuela porque un pariente me enseñó a manejar un tractor ¡La verdad es que gocé mucho más el tractor que los 0 km que tuve después! Comenzamos con la verdura y los caballos, con sólo trece años empecé a arar, pasar el escardillo y la cortadora, todo se hacía con caballo. Al mediodía era un desfile de gente la chacra, venían los Rodríguez, todos los hermanos y las señoras que vivían en las chacras, más todos los peones de esas chacras, venían a comprar verdura ahí, en nuestra casa. Se juntaba, para la época, buena plata”.

Jose Cochi, papa de Cayetano

Eran tiempos de mucho trabajo. Mientras Cayetano trabajaba en la chacra, sus hermanas trabajaban de embaladoras en el galpón de Constantinidis. Poco era el tiempo para juegos: “Después de los trece años empecé a ir a los partidos de futbol pero los juegos nuestros eran: una pelota y en la chacra. Jugaba mucho con mis tres hermanas. Con la mediana, la que me sigue a mí, hacíamos viajes en la bicicleta al mayorista Vespoli y Agüero, llevando una bolsa en el manubrio y otra en el porta equipajes, con arvejas, chauchas… era todos los días la misma historia. A mi me gustó siempre el trabajo, hoy con 66 años me retan para que pare un poco… como todavía me siento bien físicamente, sigo trabajando. Mi día arranca a las 6 de la mañana, leo el diario hasta las siete y cuarto, me voy a la chacra, las herramientas las arreglamos nosotros. Los domingos a la mañana cualquiera puede ir a la chacra y encontrarme, a las ocho y media ya estoy allá”. En el año 1973 Cayetano se casó, después de seis años de noviazgo, con Ana María Moretti, otra hija de antiguos productores de la zona. Ella recuerda que su padre y su tío “tenían la tierra juntos y después la dividieron. Ellos hicieron la chacra pero también trabajaban en otras chacras. Eran once hermanos y de Italia se vinieron los más grandes, quedaron allá nueve, viviendo muy pobremente. Mi  abuela  para sobrevivir en Italia, salía con guardapolvo blanco a darle el pecho a chicos de madres no pudieran dar de mamar y cobraban.  Mi padre decía que ellos con un farol limpiaban acequias hasta que aclaraba y después se iban a podar”.

Cayetano Cochi y Ana Maria Moretti

Cayetano recuerda que conoció a Ana María en uno de los clubes rurales de aquella época. “Ella tenía dieciséis años y yo seis años más, me gustaba de cuando iba a la escuela. Con el Beto Rodríguez, un amigo, íbamos a las fiestas de fin de curso de la escuela y me acuerdo que le decía ‘¡cómo me gusta esa petisa!’. Esos clubes rurales los hacía el INTA, se les decía clubes Cuatro As, en ellos se reunía la juventud de las chacras cada quince días, una vez en cada casa nos enseñaban a podar, a trabajar en la chacra, a hacer conservas.  Ahí estaba el ingeniero Bonavento, un amigo nuestro de joven que venía a la chacra a tomar vino casero y a comer facturas. También hacíamos cosas para juntar dinero y ayudar. En la escuela 54 que es de la zona norte hicimos un letrero que decía ‘Doctor Velazco’ que todavía está. Éramos diecisiete, dieciocho chicos, deben haber surgido otras parejas ahí también, mi hermano por ejemplo. “Nosotros somos dos hermanos casados con dos hermanas”, explica, “cuando nos casamos teníamos un juego de muebles nomás, la heladera y el televisor los fuimos comprando con changas que hacía yo, con un tractor que tenía. Mis hijas saben lo que es el sacrificio porque también les tocó  hacer, hombreaban bolsas y cuando me venían a rendir yo les regalaba 30 o 40 pesos de esa época, no me pedían nunca plata para salir de joda, siempre estuvieron a la par nuestra. Mis hijos nacieron en la chacra, tengo dos hijas, Gabriela y Lorena  y un varón, Ricardo, que es el mayor, ya está casado y del que tenemos dos nietos de ocho y cinco años. Él tiene una chacra propia en Guerrico de quince hectáreas, no es por exagerar pero la chacra de mi hijo es una de las mejores del valle porque le hace todo lo que hay que hacerle, él está de lleno en la chacra”.

Cayetano Cocci y su hijo mayor, Ricardo Cocci también productor.

Las actividades de los hijos llevaron a Cayetano a construirse una casa en la ciudad. “Cuando la compré estaba a medio hacerse, la terminé yo porque a mi me gusta mucho la construcción. Ya hace veintisiete años que estamos en el pueblo. A mí me costó adaptarme al pueblo, a mi mujer no. Yo salía a la vereda miraba para allá y para acá y no sabía qué hacer”. El amor de Cayetano por la chacra y el trabajo lo hace lamentarse por la situación actual. “En los primeros años de productor, sacábamos 50 mil kilos de fruta, más lo de la verdura, subsistíamos bien y sólo veníamos al pueblo una vez por semana. Los papeles los hacíamos una vez en el año, ahora se hacen una vez por día. Estamos todo el día en contacto, tenemos teléfonos corporativos, hoy es todo muy engorroso. Nosotros con 50 ml kilos subsistíamos y hoy con un millón y medio salimos hechos. En una cosecha normal llegamos a fin de año con lo justo  sin ningún sobrante y antes te venía un año de piedra y vos plantando algo subsistías. Hoy no sé qué pasaría si perdiéramos una cosecha, para llegar al otro año te tenés que empeñar”. Él piensa en los jóvenes, esa tercera generación “que han seguido el oficio nuestro, porque nosotros ya estamos en una edad de 65 años y llegas a un límite en el que más de lo que se hizo no se puede hacer. Pero yo veo que acá en Allen hay muchos chicos hijos de productores que han seguido lo de sus papás y a mí me duele verlos desanimados. Calculo que en la época de mi papá aunque no tuviéramos un mango, llegábamos al fin de semana y teníamos tranquilidad, alegría. Se juntaban a jugar a los naipes, a las bochas. Hoy no podés juntarte a nada. Yo no soy de quejarme de la vida porque tengo que darle gracias a Dios por todo lo que logré, pero a mí me duele por la juventud”.

Historia de vida de Cayetano en el periódico El Fruticultor allense.

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