Los ciervos

El ciervo es un animal de manada, cuyas cualidades y calendario de apareamiento y alimentación, responden al clima y la flora que lo rodea según corresponda.

Sus temporadas dependen del verano y del fruto de la araucaria, que florece también, con los primeros calores. La mayoría de las especies de ciervos viven en grupos familiares, y el instinto de protección y supervivencia los obliga a mantenerse junto a sus pares, junto a su pareja, junto al resto de los suyos. Posibles amenazas muerden el polvo cuando la sombra de decenas de astas oscurecen los pastos patagónicos. Y su marcha, elegante y aristocrática, se nutre del ritmo majestuoso de la suma de sus ejemplares.

Por ello el equipo de Ciclismo Adaptado que se entrena desde principios de año en nuestra ciudad se llama “Ciervos”. Porque juntos pueden protegerse. No hay depredadores tras la niebla. Pero hay voces equívocas que señalan, o acarician lo incorrecto.

Un equipo de ciclismo adaptado no es un grupo de personas con capacidades diferentes que sale a pasear. Porque no tienen capacidades diferentes. Ni salen a pasear.

Capacidades diferentes tiene el Hombre Araña. Los muchachos de los Ciervos ni trepan edificios, ni vuelan, ni ven a través de las paredes.

Muy por el contrario. Tardan más que muchos en cambiarse. Y a muchos de ellos, deberán leerles lo que yo estoy escribiendo.

Por eso pedalean juntos, en ese pelotón celeste que vamos a empezar a cruzar cada tanto. Igual que los ciervos, y por eso Ciervos.

Siempre juntos.

Siempre, detrás del sol.

Yo entreno con ellos desde hace un tiempo y no tenemos otro objetivo que superarnos. Si el costo es ganar, entonces habrá que ganar.

Y en cada práctica puedo, observar de cerca a estos muchachos y mujeres desempeñarse.

Y sé ahora que somos un equipo. Un equipo diferente, pero no por las razones que piensan los que aplauden manchas desordenadas sobre un lienzo solo porque las pintó un pibe con retraso mental. Somos diferentes porque vamos dos en una bici. O tres en una bici. O uno pedalea y el otro, al lado, va rumiando, balbuceando, sonidos incomprensibles, pero tan certeros. Tan claro se escucha a veces entre líneas de ese cocoliche que tienen por idioma algunos. Tan claro lo escucho a Gerardo decirle a Aldo: “compadre, yo no puedo decirle que lo quiero, porque no me sale, y esta maldita manía que tengo de tocarme la nariz, me impide a veces encontrarlo… pero yo sé que está compadre… yo sé que usted está siempre… y con este rugido, con este murmullo constante, yo lo abrazo, yo lo abrazo fuerte…”

…Y otro debe empujar a uno cuya bicicleta no tiene cadena… la cadena son las piernas del que lo empuja, como quien lleva un carrito del supermercado, pero adelante, va otro ciervo. Y no va solo sentado, va haciendo fuerza. Hace fuerza con la cara, con la garganta, con los dedos de la mano. Con la mente. Y si no lo hiciera, la bici no avanzaría. No avanzaría nada.

Y luego el que tiene que correr al lado de la bicicleta de un ciclista que puede pedalear, pero pierde el equilibrio. Los inteligentes de siempre preguntarán si no es mejor que compita en una bici para dos… y él va a decirte la verdad: que así esta bien, porque así llegan más rápido.

Y yo no puedo dejar de pensar en el Coyote y su eterna derrota. El Coyote del Correcaminos digo. Él quería llegar antes. Y dinamitar.

Así piensan los ciervos también. Distinto.

Como Gianni, que cerca de las subidas, despliega su ceremonia de peladillas seguidas en mi espalda, y cuántos ríen señalando la golpiza, que no es golpiza… son mil palmadas de aliento. Son mil veces “no te canses gordo que yo tengo para rato”, son mil veces “adelante”. Son mil veces “vamos la puta madre”…

Así piensan los ciervos.

El próximo 25 de Mayo, será igual al resto. Frío. Discursos. Banderas. Actos. Los hombres de color y sus relojes. Los caballos y la caca del caballo.

Pero este año este equipo de ciclismo adaptado va a desfilar y vos vas a estar ahí para ver nuestro avance lento hacia el final.

Espero digan algún día, algún remoto día y con orgullo, con orgullo real:

YO VI PASAR A LOS CIERVOS

Reflexión.

Gerardo del Brio.

Algo más...

Libro de Gerardo del Brio: Un hombre solo no puede hacer nada

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