Los afiches cuentan la historia
Su abuelo Pascual fabricaba máquinas de empaque.Mónica Santamaría tiene una colección de 500 ejemplares. Diario Río Negro.
Convertirse en un coleccionista es un proceso que puede llevar toda una vida. Requiere de mucha paciencia y minuciosidad. Y el resultado, las colecciones, trascienden a las personas y a los tiempos, cuenta historias que muchas veces no están escritas en ningún libro.
Cuando Mónica Santamaría recibió el primer afiche frutícola era apenas una niña. Su abuelo, Pascual Santamaría, fue uno de los pioneros del Valle en fabricar máquinas para empaques y justamente por esa actividad (que también desarrollaba su padre) buena parte de su infancia transcurrió en galpones donde se trabajaba la fruta, entre las clasificadoras que llevaban la marca familiar "Clasifrut".
"Acompañaba a mi papá y en cada galpón al que él iba a armar o a reparar una máquina yo pedía algún afiche", recuerda Mónica. De esa manera, casi sin proyectarlo y con la inocencia de una niña atrapada por las coloridas ilustraciones y los llamativos diseños de la década del 60, la colección de afiches frutícolas de Mónica reunió las primeras piezas. Los años fueron pasando y la caja en la que guardaba los afiches de peras y manzanas cada vez fue más pesada. "Esos afiches me llamaban mucho la atención, eran personalizados y tenían imágenes de chicas, niños y animales. Cada galpón tenía su afiche que se distinguía del resto", relata Mónica. El color de los afiches también tenía un significado. Los rojos correspondían a la fruta de mercado interno y los verdes a la de exportación. Sanz Mza, Vallegraf Roca, S. Schubaroff y Lito Calle & Vola eran quienes de encargaban de diseñar e imprimir los afiches que terminaban pegados en las jaulitas de fruta. En la actualidad la colección de Mónica está compuesta por unos 500 afiches que pertenecieron diferentes empresas frutícolas de la región, y que ya fueron expuestos en un par de fiestas. "Algunas personas me regalaron más afiches y otras me pidieron si yo les podía entregar aunque sea uno porque habían cerrado el galpón y se habían quedado sin sus propios afiches", explica. Su colección ofrece un testimonio histórico de los galpones y las marcas que en la época de auge de la fruticultura del Valle, produjeron peras y manzanas para los diferentes mercados. "Lo más lindo de compartir los afiches es escuchar los comentarios que se generan cuando la gente hace memoria y se acuerda de las marcas. Y hasta algunos de acuerdan de determinados fruteros que venían desde Buenos Aires y se iban sin pagar la fruta", agrega esta mujer coleccionista.